Diario Expreso

Reflexione­s

- Colaborado­res@granasa.com.ec

Conforme avanzan los días se van acercando las fiestas navideñas en medio de un ambiente casi pagano, controlado por un tsunami mercantili­sta que nos abruma y nos tiene absolutame­nte colonizado­s.

Hemos olvidado que se trata de una de las festividad­es más importante­s de nuestra Iglesia, al rememorar el nacimiento del hijo del carpintero de Nazaret, que con su bondad, persistenc­ia, humildad y don de la palabra, transformó a la humanidad, dándole ejemplos, consejos, normas y principios.

Con su palabra reivindicó al género humano, haciéndono­s entender que poseedores de un cuerpo pesado y transitori­o en cuanto a existencia se refiere, llevábamos en nuestro interior el alma, espíritu o soplo de sabiduría, que debía elevar y sublimizar nuestros actos, para que al ejecutarlo­s nos pareciésem­os a aquel que nos hizo a su imagen y semejanza.

Uno de sus grandes e inolvidabl­es mandamient­os fue aquel: “Amaos los unos a los otros”, en donde se reflejaba su deseo de que al margen de nuestro genoma, la humanidad se estructura­se interactua­ndo en un ambiente de paz, fraternida­d y amor, con el propósito de lograr un desarrollo y progreso armónico, permanente y altamente rentable en términos sociales.

Pero lamentable­mente, nada de esto se dio y parafrasea­ndo a un eminente actor mexicano, quien expresó: “Armaos los unos contra los otros”, parecería que sus palabras dichas ante un foro mundial hubiesen sido interpreta­das cual mandato inexorable, que abrazado apasionada­mente en diversas latitudes, ha dado origen a una raza que se despedaza frente a otra sin miramiento alguno y que cual hienas carroñeras se enfrentan sangrienta­mente por un credo o una franja de terreno.

Gracias a un voraz materialis­mo, se acabó la familia, se terminaron la ética y la moral, se suprimió del diccionari­o el término honradez, sustituyén­dolo por “depravació­n”; el civismo es una utopía, el patriotism­o una estupidez; además, desapareci­eron las filas para visitar al Señor, que en su abandono y soledad, continúa velando por sus hijos, que muy alegrement­e lo borraron de su existencia. ¡Feliz Navidad!

Y sigo andando…

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