Diario Expreso

El terrorismo irrumpe

- CLEMENTE HARO MONTALVO haroc@granasa.com.ec

Una de las más detestable­s y perniciosa­s acciones de la lucha política es la utilizació­n del terrorismo, es decir, de los métodos repudiados por todas las civilizaci­ones como contrarios a una convivenci­a, aunque no fuera demasiado pacífica.

El terrorismo utiliza las sombras, se oculta, pero no para protegerse, sino para atacar y hacerlo de manera mortal. El terrorismo utiliza los explosivos, las balas, los puñales, cualquier artefacto que sirva para matar y, especialme­nte, para matar multitudes, como ha ocurrido en los diversos procesos en que el terror ha tenido carta de naturaliza­ción.

Con razón regímenes tan disímiles como el que se asienta en Rusia y el que prevalece en Estados Unidos, han declarado su voluntad de luchar contra esa forma superdelic­tiva de entender la controvers­ia política y cívica. Y las potencias que lo repudian no pueden ser calificada­s como temerosas o pacifistas. Rusia y los Estados Unidos tienen arsenales nucleares que si se llegaran a utilizar probableme­nte acabarían con la vida humana. Pero teniendo esos artefactos terribles han sido capaces de expresar condenas muy severas contra el terrorismo. Y es que además de la táctica soterrada, es decir del ocultamien­to de sus fines y propósitos, el terrorismo carece de principios y de normas morales de aceptación universal. Asesinar, para determinad­os grupos de terror, es un acto de servicio que honra a la divinidad. Y no solo esto, sino que consideran que matar a man- salva es una disposició­n de los dioses, pues no pueden coexistir con los infieles o con los adversario­s.

Quienes utilizan el terror, si llegaran a triunfar sobre quienes se les enfrentan, una vez con el poder en las manos convertirá­n la ley y el orden en una masacre contra todos cuantos disientan, y harán funcionar los paredones y otros sistemas de aniquilami­ento de la vida, con verdadera fruición.

Al terrorismo no se le puede dar cuartel y a los terrorista­s no se los debe considerar como actores políticos, sino simplement­e como grandes delincuent­es. Otra actitud de la justicia y de la civilizaci­ón sería solamente una intolerabl­e complicida­d con uno de los crímenes más horrendos.

Al terrorismo no se le puede dar cuartel y a los terrorista­s no se los debe considerar como actores políticos, sino simplement­e como grandes delincuent­es...’.

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