Explora la vida del periodista y diplomático
El autor Alejandro Querejeta en ‘Anhelo que esto no sea París’
En el ocaso de su vida, a horas de que sus respiros se apaguen, Juan Montalvo le pide a su mujer, Augustine, que lo vista de gala. Quiere recibir a la muerte como recibió a la vida, galante, con valor y gallardía.
Al pie de su cama, sus amigos Agustín Yerovi y Clemente Ballén reciben sus instrucciones, sus libros, las últimas páginas de sus manuscritos.
Este es el imponente periodista y diplomático que recibe al lector en ‘Anhelo que esto no sea París’, la más reciente obra del escritor cubano Alejandro Querejeta.
La novela, publicada bajo el sello Seix Barral, hace un recuento de la vida de Montalvo desde lo coral, y en el que aparecen tanto la voz del emblemático ecuatoriano como la de su última pareja, de su sobrino y de un amigo sacerdote que lo acompañó en algunas de sus épocas más oscuras.
Para realizar el texto, Querejeta ahondó en la extensa bibliografía sobre la vida de Montalvo y en el mito que rodea al personaje.
La investigación empezó en 2013 y se transformó en ‘Yo, Juan Montalvo’ (libro publicado en 2014 con la editorial Paradiso) y en ‘ Juan Montalvo y yo’ (lanzado con Sociedades Bíblicas Unidas en 2016).
Esta novela, última de la trilogía, nació porque el escritor sentía que a pesar de lo dicho, entre las piezas del ecuatoriano, “echaba de menos un libro debido a su pluma, sus memorias”.
La conexión entre el autor y el protagonista se forjó muchos años antes de que este llegara a Ecuador, cuando era un niño.
No imaginó, sin embargo, que su vida y la de Montalvo tendrían varios paralelismos, entre ellos el exilio.
Una de las secciones más impactantes de la novela es cuando Montalvo llega, escapando de la dictadura de Veintimilla, a Ipiales. Ahí, sin el confort de su enorme biblioteca, debe poner en papel sus textos e investigaciones con tan solo su memoria, y es ahí donde escribe su obra más representativa, ‘Siete tratados’, la cual fue prohibida en Ecuador, al igual que otras, como ‘Mercurial eclesiástica’.
Con el episodio, Querejeta se pudo identificar plenamente, pues su biblioteca, que perteneció a su padre y abuelo, fue confiscada también luego de que este rompiera con el régimen. La desesperación es palpable para el lector, memorable.
La obra también narra la lucha del periodista con el dictador Gabriel García Moreno.
“Escribí en su contra las páginas más mordaces que han salido de mi pluma. Escritor cuyo fin no sea el provecho de sus semejantes, les hará bien tirar la pluma al fuego”.
A este, no obstante, pese a retratarlo como el responsable de dividir al pueblo ecuatoriano en servidumbre, desterrados y muertos, lo reconoce como un hombre capaz de desarrollar magnas empresas, versus su último enemigo, Veintimilla, a quien considera indigno de sí.
Pero quizás lo más impresionante de ‘Anhelo que esto no sea París’ es cómo en la obra aparece el lado más espiritual de un hombre al que sus libros habían marcado de anticlerical.
La atmósfera a lo largo del texto es triste, pesada y sirve para retratar el recuento, el análisis, que Montalvo hace sobre sus propios logros, y a la vez lo que estos significaron para el pueblo ecuatoriano.
Con respecto a su obra, Querejeta la considera “un tímido intento de obligar al ‘Cosmopolita’ (apodo de Montalvo) a sincerarse en todo sentido, y a revelar sus secretos entre líneas”. Y esto, sin duda, y con una impecable atención al detalle, lo consigue.