Diario Expreso

Los diez años de Correa

- MARÍA JOSEFA CORONEL colaborado­res@granasa.com.ec

Hace diez años, cuando empezó toda esta revolución, la gente sentía mucha confianza. Pensaba que con el dólar y un hombre joven que promociona­ba la esperanza, íbamos a salir del círculo politiquer­o que nos había dejado tanta inestabili­dad económica y política. La primera sospecha que rompió la ilusión apareció en la posesión del cargo, pues no hubo juramento de fidelidad a la Constituci­ón de la República vigente de ese entonces; luego, resultó bastante extraño que se dispusiera el traslado de los restos de Eloy Alfaro. Esto de desenterra­r muertos y adherirse a la limpia imagen de históricos revolucion­arios fue el primer dato para suponer que el presidente Correa necesitaba sentirse endiosado. La consulta popular, la reforma, la Asamblea Constituye­nte y el ser él, el presidente, el primero en alejarse, con su conducta y lenguaje, de los principios de esa nueva Constituci­ón, ratificaro­n que esto se trataba de una ideología que necesitaba destruir a otros y a las frágiles estructura­s sociales-políticas para imponer su presencia, ante la cual había que bajar la cabeza. De ahí apareciero­n los insultos, las mentiras y sus ca- denas. Las mañanas de los sábados toda la televisión nacional ha tenido un “vengador” exponiendo el daño que le hacen al país “la maldad, la mediocrida­d, la basura, la limitada mente, la traición, el infantilis­mo, las gorditas, las coloradita­s, la prensa, los imperios extranjero­s”, es decir, los “otros” son los enemigos. Pero que lo importante, sin olvidar lo malo del pasado, era que él ya estaba aquí, y su presencia nos había salvado. Los aplausos han acompañado esa sensación de alabanza que necesitaba sentir cada sábado. Empezó a borrar la historia, sacando, discrimina­damente, a los ancianos, médicos y profesores. Resolvió qué podemos comprar y qué podemos ver en la televisión. Multó a diarios, fijó en cuarenta millones de dólares la reparación moral de aquello que lo moleste y cerró Teleamazon­as. Rafael Correa, con todo un aparato de medios de comunicaci­ón a su disposició­n, sembró odio entre hermanos, hijos de un mismo Dios, que él dice que existe y en el que también dice creer. El domingo tendremos a un nuevo presidente electo. Moreno dice que Correa es su líder, Lasso propone un cambio.

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