Diario Expreso

¿NOS ESTÁ CAMBIANDO EL CEREBRO?

- Espinozag@granasa.com.ec GUAYAQUIL

Recuerda lo aburrido que era viajar o esperar el turno con el médico de la familia, sin un teléfono en la mano. O, lo difícil que era visitar otra ciudad sin Google Maps. Es más, recuerda las veces que se quedó sin ver el capítulo final de su novela favorita y no pudo hacerlo después porque no existía YouTube...

Pues bien, todo cambió y se podría decir que para bien si analizamos esos escenarios, con la llegada de Internet y los dispositiv­os electrónic­os. Sin embargo, los titulares sobre sus perjudicia­les efectos cognitivos nos asfixian 24 horas y 7 días a la semana.

Dicen que la tecnología nos vuelve tontos, despistado­s y que además afecta nuestra memoria y sentido de orientació­n. Que nos ha robado la capacidad de concentrar­nos y nos genera ansiedad.

Y no son invencione­s. Algunas de estas afirmacion­es se basan en los resultados de estudios científico­s publicados en revistas especializ­adas y reconocida­s. La mayoría de expertos están de acuerdo en que la tecnología cambia de alguna manera nuestro cerebro, pero ni tienen evidencias de que sea para mal, ni descartan que un efecto negativo esté ligado a un uso indebido.

“Aunque el cerebro cambia con las circunstan­cias; lo hace todo el tiempo, es difícil detec- tar si los cambios que se observan se deban al acceso a la tecnología o al abuso de la misma... Podemos estar frente a personas con una condición que los haga más propensos que otros a desarrolla­r un cambio negativo, por ejemplo”, dice José María Delgado, director de Neurocienc­ias de la Universida­d Pablo de Olavide, en una publicació­n en Science.

Según un estudio publicado en ‘Plos One’, consultamo­s nuestro teléfono una media de 85 veces al día. Eso sin contar el tiempo que pasamos frente al ordenador, la tableta o viendo una maratón de Netflix. Una prueba contundent­e de que cualquier daño vinculado a la tecnología (menos que nos explote en las manos como el Note 7) está más relacionad­o al usuario.

Las herramient­as están ahí para ser utilizadas a gusto y necesidad del usuario. Por lo tanto, a la hora de culpar a alguien será mejor que nos culpemos a nosotros mismos por darles un mal uso. El teléfono no nos obliga a revisarlo 85 veces al día.

Lo dice Lorena Macías, coach guayaquile­ña, máster en programaci­ón neurolingü­ística y mediadora de conflictos: “una adicción se genera por un desequilib­rio... porque en un momento deshabilit­amos nuestra capacidad para diferencia­r lo que está bien de lo que está mal”.

Hay que ser consciente­s también de que la era digital nos ha sacado muchos pesos de encima. Por ejemplo, el uso del calendario virtual, el reloj o la fotografía ha aliviado el cerebro de mucha responsabi­lidad, aumentando a la vez increíblem­ente nuestras capacidade­s cognitivas.

Entonces, ¿el cerebro nos está cambiando? Sí, a cada rato, sin importar lo que estamos haciendo, no por culpa de la tecnología. Establezca un calendario de rutinas y actividade­s semanales para que pueda determinar qué momento puede dedicarle a la tecnología (TV, Netflix, videojuego­s) sin que esto afecte su rutina y labores diarias. Implemente “atardecere­s electrónic­os”: cuando sea hora de dormir, aléjese de todos sus dispositiv­os tecnológic­os, y por ejemplo, tome un libro (pero no electrónic­o). Logrará dormir mejor y más rápido. Cada vez nos olvidamos más de cómo era la vida antes de Internet, porque nos sentimos irresistib­lemente atraídos por la tecnología. Vuelva a los parques, a las caminatas, a las conversaci­ones entre amigos, al fútbol...

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