Los que se fueron
Con una diferencia de semanas, el Ecuador ha sufrido la desaparición física de 3 valiosas figuras literarias que aportaron con su obra para enriquecer nuestro patrimonio cultural. Se trata de Hernán Rodríguez Castelo, el primero en dejarnos, sobre cuya personalidad de trabajador en la escritura a tiempo completo escribí un artículo a los pocos días de su óbito; Fernando Nieto Cadena, que cortó sus amarras con el país, partiendo a México hace cuatro décadas en donde permaneció, con muy fugaces regresos, hasta el momento de su definitiva partida; y Humberto Vinueza, poeta y diplomático.
La literatura, como investigación y creación, la historia, con biografías de profundo análisis e interpretación de nuestras grandes figuras, y las artes plásticas, ordenando con prolijidad tendencias pictóricas y escultóricas, tuvo en Rodríguez Castelo a un investigador fuera de serie que completó su largo trabajo con la discutida figura del “santo del patíbulo”, como calificara Benjamín Carrión a Gabriel García Moreno. Además, fue uno de los pocos autores nacionales que dedicó su obra de creación a la literatura infantil con cuentos que fueron reconocidos por su valor en el país y el extranjero.
Fernando Nieto Cadena perteneció a la generación de jóvenes escritores de la “generación de los años 60” y que en el puerto principal, como una suerte de continuación de los Tzánzicos capitalinos, formaron parte del grupo Sicoseo (término inventado por ellos) que la incomprensión de mentes un tanto conservadoras calificó de “parricidas” porque de cierta manera negaron, en una importante ruptura, con el pasado literario de la nación y se atrevieron a emplear el lenguaje marginal, no por demagogia precisamente sino para partir de la expresión popular que, en definitiva, es la que provoca la mutación de los idiomas.
Humberto Vinueza, que fue “tzánzico” en cuerpo y alma, como suele decirse, aportó con una poesía de profundas raíces existenciales que la posteridad sabrá valorar en toda su intensidad.