Valentía y libertad
Manchester Arena, London Bridge, Notre Dame. Las imágenes de cientos de turistas con las manos alzadas deberían ser suficientes para aceptar lo que aún estamos en transición de entender: vivimos en una nueva era. Quedaron atrás los días donde la libertad y la seguridad podían vivir de forma complementaria. Estoy segura de que los ataques del último año (principalmente en Francia y en el Reino Unido), no ocurren solamente por ser lugares con atención mediática mundial. Detrás de esos ataques hay un golpe mucho más profundo. Un golpe a quiénes somos. Un golpe a la esencia de nuestra identidad. Igualdad ante la ley, libertad de expresión, respeto de la individualidad frente al Estado. Esas ideas, pilares del Estado moderno, el sistema que triunfa y da vida al Occidente, nacen principalmente de la Ilustración inglesa y de la Revolución francesa. El golpe no es netamente simbólico, sino que busca que los Estados que han definido nuestra esencia, cambien. Cambien los valores centrales que en los últimos cuatro siglos, con sacrificios históri- cos, han logrado consolidar y defender. Un ataque terrorista no se mide por las víctimas del momento, su “éxito” se mide por el impacto que genera si el miedo logra un cambio sustancial en nuestra manera de vivir. Por un lado, al ciudadano común; que libertades como tomarse un café en una calle concurrida se vean autolimitadas. Y por otro, al Estado, que en defensa propia puede terminar sacrificando la libertad por la seguridad. Un Estado policial dista de los valores que nos caracterizan como civilización. Por eso aplaudo de pie el concierto en Mánchester la semana pasada. No porque crea en su eslogan sobre el amor venciéndolo todo, sino por el mensaje que envía. Artistas brindando un espectáculo diciendo que a pesar del miedo, a pesar que nuestra “vana y superficial” cultura, esto es lo que somos y no cambiaremos. Presentarse y asistir a pesar de la inseguridad es gritarle al mundo que nadie va a decidir por nosotros. La valentía ante el terror, defiende hoy, aquella palabra que desde el siglo XVIII hemos intentado que nos defina: libertad.