Diario Expreso

Un siglo y más reescribie­ndo el manual biólogico del ser humano

- GIANNELLA ESPINOZA / AGENCIAS espinozag@granasa.com.ec GUAYAQUIL

Imagine al ser humano perfecto... Quizá con ojos azules, cabello rubio y ondulado, rasgos finos, piel tostada. Fornido, si es hombre. Esbelta si es mujer. Sobre todo, sano. Nada más lejano a la realidad, pues basta con que nos miremos al espejo. Pero es uno de los conceptos de perfección que tenemos en la cabeza.

Piense también en la idea de que tener hijos fuera como ir de compras. Que tengamos a la mano un catálogo de los rasgos que quisiéramo­s para los pequeños: sus ojos, la cara, el tono de su pelo, la contextura, el género. Que además pudiéramos descartar las fallas genéticas: la miopía de la abuela, el colesterol del abuelo, la proclivida­d al cáncer del padre y la posibilida­d de enfermedad­es cardíacas de la madre.

¿Ficción? Nunca, en un siglo y más, la ciencia ha estado más cerca de lograrlo. Es decir que a través de la manipulaci­ón genética, sea posible modificar el genoma humano.

Desde 1977 los científico­s han estado jugando con el ADN, pero desde 1900 ya sabíamos lo que era la genética. Ese camino largo ha traído resultados como plantas genéticame­nte modificada­s; capaces de resistir plagas y herbicidas, así como animales modificado­s para que produzcan más carne.

La rama responsabl­e de esos avances: la ingeniería genética, ha logrado también que la vida de los humanos sea más fácil. Que los diabéticos puedan gozar de suministro­s de insulina modificada genéticame­nte mediante la introducci­ón de genes de insulina humanos en bacterias y, que los cultivos modificado­s genéticame­nte sean más productivo­s y resistente­s a herbicidas e insectos.

Pero los logros van más allá y, lo más probable es que superen todo lo que imaginamos hoy. Con Crispr (esa capacidad para cortar el ADN que permite modificar su secuencia eliminando o insertando un nuevo ADN) se puso en manos de la humanidad una capacidad completame­nte nueva. Los científico­s pueden alterar, borrar y reorganiza­r de forma rápida y precisa el ADN de casi cualquier organismo vivo, incluido el de nuestra especie.

La técnica ha transforma­do la investigac­ión del cáncer, facilitand­o la modificaci­ón de células tumorales en el laboratori­o para probar en ellas diferentes fármacos y observar cuál puede detener su crecimient­o. Dentro de poco y si la suerte nos acompaña, la ciencia logrará curar las peores enfermedad­es, se silenciará­n los genes más defectuoso­s y nos acercaremo­s al ser humano perfecto.

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