¿Qué nos hicimos?
Los nuevos padres, esos que rompieron el molde autoritario, esos que recibieron las miradas admonitivas que no necesitaban palabras para transmitir mensaje, esos que aceptaban silentes las disposiciones paternas, no han podido, lamentablemente, generar aún, un nuevo modelo para administrar con criterio, amor y voluntad, los lazos filiales.
Se despreció el mando y el rigor, se intentó la vía de la amistad, que fracasó perdida entre la complicidad y el encubrimiento; se minimizó ahogando la autoridad que sucumbió ante la complacencia o la innecesaria violencia, más como desfogue personal que como correctivo, y finalmente, se cayó en la desubicada idea de la compensación, del simple comprador de cariño.
Amparados en el “que tengan lo que no tuve”, “que no sufran lo que sufrí”, los padres se han convertido en dadores de complacencia, buscando en ello la tabla salvadora del amor filial, la aceptación y la gratitud de los hijos.
El hijo observador, más analítico de lo que fueron sus padres a su edad, con más conocimientos y más información, saca ventaja, juega, manipula, en ocasiones enfrentándolos entre sí, o lo que es peor, utilizándolos como instrumentos de castigo o venganza ante terceros, llámense estos: hermanos, vecinos, profesores o quien sea.
¿Qué nos hicimos los padres? ¿Dónde nos fuimos? ¿Por qué nos atemoriza tanto cumplir nuestro rol? Ese que es de normadores, formadores, cons-
¿Qué nos hicimos los padres? ¿Dónde nos fuimos? ¿Por qué nos atemoriza tanto cumplir nuestro rol?.