Ni por juego ni por castigo
Lanzar al niño al aire y verlo caer emocionado entre los brazos, una y otra vez, es como una tentación irresistible, tanto como sostenerlo de las manos para que juegue a colgarse o a columpiarse. Divertido sí, pero también riesgoso, más aún si el pequeño tiene menos de un año.
Si el juego es peligroso, imagine esa reacción que muchos no controlan y que aparece en un momento de impaciencia: zamarrear al infante para que deje de llorar.
Y la lista sigue. No se trata solo de juegos o de castigos, también hay prácticas que tienen que ver con muestras de cariño, como esa costumbre tan criticada de besar al niño en la boca.
No son simples advertencias, los riesgos están documentados y hay en el mundo asociaciones que luchan por evitar la práctica de estas costumbres que llevan a los niños, en muchos casos, a las salas de emergencia con consecuencias irreversibles en sus huesos o en el cerebro.
Orly Oyague, pediatra y expresidente de la Federación Médica Ecuatoriana, pide evitar ciertos juegos, especialmente en los infantes, los lactantes y los niños de un año. Aunque los padres los vean muy despiertos y conectados con el medio, lanzarlos al aire les puede provocar inestabilidad, explica.
Cuando se trata de columpiarlos sosteniéndolos de los brazos, pueden pasar muchas cosas. “Ese brazo, que no está bien osificado, va a sostener un gran peso. Un niño de un año con buen desarrollo pesa unos 10 kilos, es decir unas 20 libras. Por lo tanto, puede haber problemas de luxación o de estiramiento de los cartílagos”, dice.
El especialista recuerda que para todo hay un tiempo y que el riesgo va disminuyendo a medida que se fortalecen los huesos del pequeño. Indica que el cuidado clave es simple y que consiste en evitar los movimientos bruscos.
Fernando Núñez, neurocirujano pediátrico del hospital Francisco de Icaza Bustamante, pone otro ejemplo de por qué hay riesgo. La cabeza del bebé, cuando es menor de dos años, es grande con relación al cuerpo y además tiene muy poco control muscular en el cuello. Eso hace que el niño no pueda contrarrestar la sacudida que le da al adulto. “Esa cabecita tiene además mucho espacio entre el cerebro y la pared del cráneo y hace que se golpee el cerebro contra el cráneo, provocando muchas lesiones e incluso la muerte del bebé”, dice.
Para los médicos consultados no son casos aislados, se presentan en algunos casos por juego, pero en mayor número por maltrato. Claro, también hay besos que enferman.
La placa tiene estreptococo mutans, que origina la caries dental, y estreptococo viridans, que causa daño a las arterias coronarias, dice María Herrera, expresidenta del Colegio de Odontólogos del Guayas, máster en Salud Pública y odontóloga de centros educativos.
EXPRESO presenta algunas de las actividades que resultan peligrosas para los hijos e información sobre el síndrome del niño sacudido en el mundo.