Vivienda social (III)
La introducción en el país del concepto de casas colectivas de departamentos vino de la mano de Héctor Martínez Torres, quien en 1944 viajó becado a Londres, donde realizó estudios de posgrado en Urbanismo y Planificación Urbana. A su regreso a Guayaquil, en 1945, presentó el proyecto de las Casas Colectivas, concebido bajo la idea de otorgar vivienda en alquiler a los sectores más pobres de la población que no tenían recursos para adquirir una casa. Martínez Torres consideraba que el Estado debía construir vivien- das “…funcionales, elementales, higiénicas, técnicamente hechas y humanitariamente concebidas” y que debían ser entregadas al pueblo “…en arriendo a precio de costo más el mantenimiento” (Mera, Wong y Yu, 1991, p. 113).
La idea central de una vivienda colectiva es la de estandarizar y compactar los espacios que son destinados a usuarios anónimos tipo. Esta compactación, tal como lo indica Francisco Liernur (2014), no hubiera sido posible “…de no mediar importantes transformaciones culturales que permitieron admitir como acep- table e incluso deseable el desarrollo de la vida doméstica en ámbitos de unas dimensiones relativamente más pequeñas, limitación que en etapas anteriores solo era atributo de pobreza”.
Las Casas Colectivas, terminadas en 1950, constan de dos bloques de cuatro plantas cada uno, separados por una calle peatonal, con 78 unidades de habitación, entre monoambientes y departamentos de uno o dos dormitorios, con un área de construcción que oscila entre 16,5 m² y 44 m², desarrollados alrededor de cuatro patios interiores, con un total de
La idea central de una vivienda colectiva es la de estandarizar y compactar los espacios que son destinados a usuarios anónimos tipo’.