Toma de decisiones en un mundo peligroso
Estados Unidos y China han llegado a un momento precario en su relación. Resolverlo en forma pacífica será el mayor desafío geopolítico del siglo XXI. ¿Serán nuestros líderes capaces de hacerlo? El riesgo parece estar en alza. El gobierno del presidente estadounidense Donald Trump impuso sanciones económicas a entidades chinas con vínculos financieros con Corea del Norte, porque considera que China tendría que haber hecho más para contener al régimen norcoreano. Trump dijo que si los chinos no se encargan de Corea del Norte, lo hará él. Mientras el régimen de Pionyang se acerca a tener un misil con ojiva nuclear capaz de alcanzar el territorio continental de EE. UU., Trump amenazó al país con “fuego y furia como el mundo nunca ha visto”. China, por su parte, rechaza esta “teoría de la responsabilidad de China” en relación con Corea del Norte. Un editorial publicado hace poco en un periódico oficial chino afirma que Pekín se mantendrá neutral si Corea del Norte ataca primero, pero que si EE. UU. intenta un cambio de régimen, China tendrá que intervenir. Los chinos también protestaron enérgicamente ante el paso de una nave de guerra estadounidense por aguas disputadas en el Mar de China Meridional, calificándolo de “provocación” que “menoscaba seriamente la soberanía y seguridad de China”. Refiriéndose a una competencia por el poder similar que se desarrolló en la Grecia clásica, el historiador Tucídides escribió: “El ascenso de Atenas y el temor que inspiró en Esparta hicieron ine- vitable la guerra”. Esta “trampa de Tucídides” ha reaparecido en diferentes épocas, alimentando tensiones entre potencias dominantes y en ascenso que llevaron a que hechos supuestamente controlables provocaran ciclos de acción y reacción que terminaron en guerras devastadoras. En los últimos 500 años, de 16 casos en los que una potencia dominante vio su poder amenazado por otra en ascenso, en 12 hubo guerra. Aplicar las estrategias de siempre llevará a que se produzca la historia de siempre. Cuando el Reino Unido se encontraba en serias dificultades en su lucha contra la Alemania nazi. Londres se estaba quedando sin suministros y sin dinero, pero Roosevelt sabía que el Congreso estadounidense no aprobaría fácilmente un préstamo al RU. El problema “parecía irresoluble”, pero él hizo algo que en el clima político de hoy parecería inconcebible: se tomó diez días de vacaciones en un buque de la Armada y dedicó a la situación la reflexión que ameritaba. Una tarde se apareció con todo el proyecto delineado: la Ley de Préstamo y Arriendo, que sería el principal instrumento de EE. UU. para proveer ayuda militar a otros países durante la II Guerra Mundial y que permitía al presidente transferir materiales militares con fondos aprobados por el Congreso al gobierno de cualquier país cuya defensa se considerara vital para la seguridad de EE. UU., sin demandar compensación. Imaginarse a Trump siguiendo el ejemplo de FDR no resulta fácil. Pero el camino más seguro hacia un error potencialmente catastrófico empieza con una mente exhausta y destemplada. El taoísmo tiene entre sus conceptos centrales la idea de “wu wei” (traducido literalmente como “inacción”): cuando uno se halla en un estado de armonía y conexión consigo mismo, puede obrar en forma natural, intuitiva y espontánea. Hacerse un tiempo y un espacio para recrearse, recargar combustible y reflexionar es esencial para que el sistema operativo humano funcione en condiciones óptimas. Y no es un error en su programación: es una función muy potente que los líderes actuales deberían usar al máximo.
‘Estados Unidos y China deben tomar nota: aplicar las estrategias de siempre llevará a que se produzca la historia de siempre’.