La mesa servida
Hay unanimidad en reconocer que el manejo económico del anterior gobierno, a lo largo de una década, no fue todo lo eficiente que se presumía y se continúa presumiendo. Y ello pese a los grandes ingresos percibidos, no solo en razón de los altos precios alcanzados por el crudo sino también por los incrementos logrados en las recaudaciones fiscales.
Queda claro que entre la corrupción y el despilfarro, por ella estimulado, se ferió una importante oportunidad de progreso. Lo peor de todo es que la obra públi- ca contratada con sobreprecios, pasó de intentar ser la evidencia de los nuevos y mejores tiempos prometidos a constituirse en el mecanismo para obtener sobornos. Por eso, en su desaforada voluntad de enriquecimiento rápido también se consiguieron recursos vía onerosos créditos, que requirieron de preventas petroleras como garantía, para ser otorgados, con el afán de seguir contratando y continuar recibiendo coimas. Igualmente se asumió como públicos a los recursos de instituciones como el IESS, a los que se cargó con la compra obligatoria de bonos del Estado.
Así, la situación económica se montó sobre la ficción de que todo marchaba muy bien y mientras se ocultaban y manipulaban las cifras reales del endeudamiento, que superó los límites constitucionales, se mantuvo un irresponsable gasto público que ahora es una pesada herencia, cuando se clarifican las cifras reales de la economía y empieza a evidenciarse la magnitud de la corrupción.
Con ello por delante, es evidente el desfase entre los tiempos políticos y las presiones de la economía. Volver a servir la mesa reque-
El Ecuador tiene que asumir que la magnitud del desastre ocasionado por el anterior régimen tiene que tener en cuenta el tiempo político’.