Una ciudad en ruinas y desocupada
La región de Nagorno-Qarabag es independiente desde la intervención armenia que provocó una guerra hace casi tres décadas. Aquella contienda provocó una cifra de refugiados que algunas fuentes consideran superior al millón de personas... y dejó al Qarabag sin estadio y sin ciudad. Agdam está en ruinas desde entonces, prácticamente desocupada.
El último partido que el Qarabag disputó en Agdam tuvo una acústica de fondo estremecedora. El fuego de artillería retumbaba en las calles de lo que hoy es una ciudad fantasma que testifica las consecuencias del conflicto bélico entre Azerbaiyán y Armenia (1988-94) por la disputa del territorio de Nagorno-Karabag.
Solo las ruinas atestiguan que el Qarabag jugaba en el desintegrado y simbólico estadio Imarat.
De aquel último encuentro disputado el 12 de mayo de 1993 ante el Turan IK de Tovuz salieron ganadores los jinetes, traducción del azerí de atlilar. Desde entonces, la entidad vive en el exilio, ya asentada en la prosperidad de Bakú, bajo el apodo del ‘Club de los refugiados’.
Un millón de azerbaiyanos abandonaron las franjas de tierra ocupadas por los armenios que aún son fuente de tensiones entre uno y otro país.
“Claro que el conflicto está presente en la vida del club, tenemos dos jugadores que vivieron muy de cerca la guerra. El capitán Rashad Sadigov (35 años) y Gara Gariyev (35)”, relata Rubén Sellés, preparador físico y asistente del idolatrado entrenador, Gurban Gurbanov. Muchos de sus jugadores son hijos de exiliados o de fallecidos en el conflicto. El estadio Imaret, donde jugaban, quedó destruido. “Gariyev se crio en un campo de refugiados, era un niño que jugaba al fútbol donde podía y Sadigov es otro refugiado”, cuenta Sellés, que añade: “Una vez al año el club participa en los actos conmemorativos con un homenaje y de vez en cuando, el club invita a los veteranos a los partidos o a viajar con nosotros. Una pancarta en el estadio Bakramov, en el que disputa el torneo local, recuerda a Bagirov, el técnico que murió durante la guerra que es considerado un héroe nacional”.
En medio del conflicto, Bagirov abandonó el fútbol para crear su propia tropa. Una mina antitanque acabó con su vida. “Es muy duro representar a una ciudad que no existe y espero que en poco tiempo poda- mos volver a nuestra ciudad”, desea el técnico Gurbanov.
El Qarabag es el gran símbolo deportivo de la identidad nacional, amplificado ahora por su histórica participación en esta Champions League, en la que utiliza el también flamante estadio Olímpico, otra iluminada joya arquitectónica que resplandece en la noche de Bakú. “En el primer partido hubo dificultades, era a primera experiencia para nuestro país acoger un partido con 68.000 aficionados. Pero merece la pena. No jugamos solo para ellos, jugamos para todos los azeríes del mundo”, sostiene Gurbanov.
Al Qarabag y a Bakú fue a parar el canario Dani Quintana en el verano de 2015 tras un periplo que le llevó por la cantera del Valencia, varios equipos de Segunda B, el Jagiellonia polaco y el Al-Ahli de Arabia Saudí. “La ciudad es supermoderna, hay de todo, incluido un restaurante, El Portalón, con cocinero y comida española. No se me caen los anillos por jugar aquí”, dice este mediapunta que en su primera temporada conquistó la Liga y la Copa y terminó como máximo goleador con 15 tantos.
El petróleo es la principal fuente de ingresos del país, pero el club pertenece a un conglomerado de empresas de alimentos, Azersun.
El rival del Atlético en la Champions no disputa un partido en Agdam desde 1993, por el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia