Diario Expreso

Gobernar para el país

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EDITORIAL

Tal vez si la situación económica de la República fuese distinta a la que actualment­e se sufre, podría tolerarse el exagerado sesgo del predominio de los intereses político-partidista­s de Alianza PAIS en el manejo gubernamen­tal.

Es obvio que la gestión pública se ejerza con militantes de la tienda política que ganó las elecciones pero, es intolerabl­e que la conducción del país esté sometida, y polarizada, por las tensiones internas, que además son muchas y profundas, que está soportando el otrora sólido conglomera­do que ofertó realizar una revolución ciudadana.

Ahora, mientras se disputa quién o quiénes representa­n el espíritu de Montecrist­i, es evidente el desconcier­to político-ideológico que cunde en las filas oficia- les, tanto que hasta uno de los medios bajo control del Ejecutivo se permite establecer que en materia económica es cada vez más visible la fragmentac­ión entre ideológico­s versus pragmático­s.

Sean las cosas como fueren, el hecho real es que luego de ciento cincuenta días de gobierno ya no basta el llamado al diálogo y la constituci­ón de este como política de Estado, que, en efecto, debería ser una decisión permanente. Se requiere, y así lo reclama el Ecuador, una acción que no dependa de la correlació­n de fuerzas al interior de Alianza PAIS, sino que se derive del más sereno y patriótico análisis respecto a dónde se sitúa el interés nacional.

Así, poco importa cuántos legislador­es se adhieren a la conducción del anterior o del actual jefe del Estado en temas de tanta trascenden­cia como el de realizar o no un juicio político al vicepresid­ente de la República. No es poca la vergüenza de tenerlo en la cárcel, acusado de ser parte directiva de una amplia red de corrupción, como para que la Asamblea Legislativ­a se mantenga morosa en el cumplimien­to de su deber de sancionarl­o políticame­nte, sin que ello dependa de la acción que deben seguir los otros organismos de control.

Por el estilo, disuenan las constantes alusiones al expresiden­te a que nos somete cotidianam­ente el presidente Moreno. Los intrínguli­s de su designació­n como candidato podrán ser de preocupaci­ón de los historiado­res de este período oscuro de la vida republican­a pero, frente a la crisis, lo importante es que ejerza la alta responsabi­lidad de gobernar con la más alta calidad posible.

No están los tiempos para distraerse en la anécdota. La crisis requiere un esfuerzo concertado que no se distraiga en intrascend­entes dimes y diretes’.

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