Diario Expreso

Por la unidad de España

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EDITORIAL

El título del presente editorial es una toma de posición. No cabe otra actitud. Sería necio pretender desde la escasa y con seguridad manipulada informació­n que se recibe en el Ecuador, intentar orientar a los lectores de EXPRESO respecto a una situación que se ha ido tejiendo con diverso género de antecedent­es en el pasado y se prolonga hoy, estimulada por también múltiples razones, no únicamente políticas.

De 1978 para acá, siendo formidable el esfuerzo de los lúcidos ciudadanos que lograron realizar la complicada transición española, era percibible que las diferencia­s de todo tipo que existen entre las diversas regiones de la península ibérica, no se resolviero­n con el “café para todos”.

Por ello, se dieron circunstan- cias que casi abortan todo el proceso durante las tensas horas del 28 F. Valga recordar que la intentona golpista de militares nostálgico­s se superó positivame­nte gracias a la decidida intervenci­ón del por entonces rey de España, Juan Carlos I, y al espíritu democrátic­o de sus Fuerzas Armadas, que permitiero­n la rápida conjugació­n de la crisis. No por ello se conjuró la siempre inestable situación que una nación de naciones conlleva en su matriz, ya que la lengua que pretende unificarla­s es una imposición que no responde ni a sus tradicione­s ni a su historia.

Cuando la aún no superada crisis económica que afectó al mundo golpeó al gran reino, se hizo notable la diferencia de las complicaci­ones que sufrieron las regiones, dadas sus diversas fortalezas y potenciali­dades. Enton- ces, Cataluña reflexiona­ndo sobre ello, por boca de algunos de sus políticos populistas lanzó al aire aquello de “España nos roba” y reinició un camino que ha llevado hasta la actual situación. Por paradoja cruel, uno de los efectos más notables de la crisis ha sido la voluntad de las empresas catalanas de abandonar sus sedes, para buscar en otras regiones su adecuada convivenci­a.

Así, de eso se trata: lograr encontrar un nuevo modelo de convivenci­a que, pareciera, pasa por una imperativa reforma constituci­onal.

Y ello por suponer que entre las razones existentes para que los independen­tistas se hayan decidido a adoptar su dura posición deben de existir algunas de gran validez pero, ninguna que justifique dejar de ser “libres, diferentes y fraternalm­ente solidarios”.

Pareciera que triunfará la razón superior de la unidad de España, pero deberán hacerse reformas que robustezca­n el autogobier­no de las regiones’.

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