Diario Expreso

25 kilómetros de viaje al mundo de la ciruela

En Juntas del Pacífico inician tres días de homenaje a la cosecha

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Es en días como estos que los junteños -el gentilicio de 380 familias que residen en un polvorient­o caserío en la antigua vía a la costa- visten ropa nueva y en una que otra casa se estrenan electrodom­ésticos.

El milagro se relaciona con unos frutos de un color verde oscuro y carnosos que crecen en el traspatio del pueblo, en un territorio árido de 9.747 ha.

La relación de la gente de Juntas del Pacífico (nombre completo de esta comuna, fundada el 24 de febrero de 1939) con la ciruela es tal que entre el 1 y el 3 de noviembre hasta le dedican un festival.

“Si nos miran con algún dinerito en los bolsillos, es porque llegó en tiempos de cosecha (entre septiembre a noviembre)”, dice Juan Lino José, dueño de 2,5 ha de tierras.

Si no hay un monumento a la ciruela es por falta de financiami­ento. Pero es lo de menos cuando cada año se invierten unos cuantos dólares para orga- nizar el programa de festejo y cuando los propietari­os de las pequeñas parcelas, como Robert Panchana, se dedican en los meses que no hay cosecha a podar las plantas, a desgajar de raíz cualquier matorral que ose crecer bajo su sombra...

“Es que si no se les da esa atención, no producen como deberían”, dice Panchana, presidente de la junta parroquial de este pueblo ubicado media hora de un desvío a la altura del km 30 de la vía a la costa. “Si no hay cosecha morimos de hambre”, asegura.

De las 9.747 ha de terreno de propiedad de esta comuna, solo en una porción -se calcula que 500 ha- se dedica a la ciruela. Cada hectárea produce hasta 400 cajas por año, según el cálculo de Catalino Salinas Reyes, uno de los miembros de la Asociación de Cirueleros, agrupación que reúne a 85 comuneros. Es por eso que los junteños reclaman para su pueblo el título de capital de la ciruela.

Un producto que se distribu- ye a los mercados cercanos - Guayaquil, Machala...- y a los de la Sierra, de donde bajan decenas de comerciant­es para llevarse la fruta en camiones. Hay quienes hasta lo trasladan a Colombia, donde la ciruela de Juntas tiene buena demanda.

Con lo que genera la cosecha, las 360 familias deben aprovision­arse con el dinero para ‘te- ner con qué vivir’ a lo largo del año. “Compramos lo necesario y el resto guardamos para el tiempo malo”, dice Néstor Rodríguez, cuyo padre es dueño de cinco hectáreas.

La relación de las familias en torno a estas plantas dura varias generacion­es. “Hay árboles que tienen más de 60 años de edad y siguen produciend­o”.

Durante el festival, la gente saca sus mejores frutas y las expone en medio de la calle. Ahí los visitantes las degustan. Se festeja con el vino de ciruela y se convida, además, las mermeladas que preparan las abuelas del pueblo. Se premia también a la mejor ciruela -por su tamaño y carnosidad- y se escoge a la reina de la ciruela.

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CHRISTIAN VÁSCONEZ / EXPRESO Recolecció­n. Robert Panchana (izq.) dirige la cosecha en la hacienda de propiedad de su suegro.
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