Diario Expreso

Wagner: la paradoja

- NICOLÁS ROMERO SANGSTER colaborado­res@granasa.com.ec

Wagner fue un revolucion­ario compositor; el más influyente de la última mitad del siglo XIX. Su música redefinió lo que era expresivam­ente posible en ópera e inclusive en música sinfónica. Asociamos este tipo de originalid­ad y poder artístico con alguien cuyo genio artístico se refleja en otros aspectos de su vida; alguien que en su humanidad irradia toda esa capacidad artística. No fue así con Wagner. Como ser humano fue detestable, arrogante y un insoportab­le egoísta. Harold Schonberg nos dice: “Había en el hombre, un grado de megalomaní­a que alcanzaba niveles de lunático y que elevaba el concepto del artista como héroe a un nivel sin precedente­s… Como ser humano era de asustarse: amoral, egoísta, virulentam­ente racista, arrogante, lleno del evangelio del súper hombre y la superiorid­ad de la raza germana. Sobresalía en todo lo que es desagradab­le en el carácter del ser humano”. Sus actitudes antisemita­s y sus llamados a la pureza racial lindaban en la demencia. En uno de sus últimos escritos “Heroísmo y Cristianda­d” Wagner argumenta que “...A pe- sar de que los Arios provienen de dioses, la gente inferior ha privado a los Arios de su Dios, particular­mente los judíos, caníbales anteriores, educados para que sean los líderes comerciale­s de la sociedad. Cristo no era judío. Cristo era Ario.” Wagner demandaba de la sociedad una atención y un lujo sin precedente­s.

Schonberg apunta que: “Wagner en su interior se considerab­a una clase de Dios enviado a la tierra por fuerzas misteriosa­s. Reunía discípulos alrededor suyo. Escribió “Sagradas Escrituras” tanto en palabras como en música. Creó un templo: un teatro en donde solo sus obras debían ser celebradas y él mismo venerado. Rechazó y maldijo a todos los que no aceptaban su divinidad”. El mismo Wagner expresó: “Yo no soy hecho como otras personas. Yo necesito brillantez, belleza y luz. El mundo me debe lo que yo necesito... no puedo vivir de la miserable limosna de sueldo de organista como su maestro Bach”. He aquí la paradoja: por un lado el genio y por otro lado el hombre mezquino, egoísta, racista, etc.

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