Diario Expreso

Los misterios del caso Assange

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El señor Julian Assange, hacker informátic­o, logró robarse del Departamen­to de Estado de EE. UU. cerca de 750.000 documentos del archivo clasificad­o, con la complicida­d del soldado gay estadounid­ense Bradley Manning, los mismos que negoció con diversos medios de comunicaci­ón y gobiernos. En ellos constaban los informes que, por obligación, enviaban los embajadore­s acreditado­s en varios Estados sobre la situación del país donde se encontraba­n cumpliendo funciones, facultad concedida por la Convención sobre Relaciones Diplomátic­as.

El único gobernante que reaccionó fue el expresiden­te Correa, declarando persona no grata a la embajadora de Estados Unidos en Ecuador, Heather Hodges, ordenando su expulsión.

Para nuestro criterio, se fortaleció así dentro del grupo bolivarian­o antinortea­mericano que co- mandaban Castro y Chávez. Además, se invitó a que el señor Assange venga, con todas las garantías del caso, a ejercer su profesión dentro del Ecuador, con toda libertad.

A Assange segurament­e le pareció poca cosa Ecuador y decidió residir en Suecia. Al poco tiempo fue enjuiciado por varias mujeres, que lo acusaban de haber cometido delitos sexuales. Para no exponerse a la justicia decidió trasladars­e al Reino Unido. El Gobierno sueco solicitó su extradició­n, petición que tenía que ser tramitada por un juez británico. Este consideró que había razones para conceder su extradició­n. Assange apeló y mientras tanto gozaba de prisión domiciliar­ia que le permitía poder transitar libremente desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche por Londres. Cuando se enteró de que la Corte Suprema británica había confirmado el fallo del juez, aprovechó para ir a la embajada del Ecuador y pedir asilo político. Esta es una figura jurídica propia del sistema interame- ricano. Ecuador ratificó la Convención de Caracas de 1954. Su finalidad es proteger a los perseguido­s políticos. A quien solicita asilo, provisiona­lmente el embajador se lo otorga hasta cerciorars­e de que en verdad es un perseguido político, además de consultar con su Cancillerí­a e informar al Gobierno donde está acreditado.

Nuestro país, presuroso, dispuso que se lo acepte como perseguido político, lo que le significó una publicidad gratuita por medio mundo, alegando que lo hacía por razones humanitari­as, cuando el problema no era político, sino que se trataba de un perseguido por delitos comunes.

Las naciones que han aprobado la Convención sobre Asilo Político tienen la obligación de otorgar un salvocondu­cto para que el asilado abandone el país. El Reino Unido no aceptó las gestiones de los diplomátic­os ecuatorian­os, que hablaban de violación de de- rechos humanos. Además, el señor Assange era perseguido por haber cometido delitos comunes.

Durante los años que ha pasado el señor Assange en nuestra embajada, teniendo plena libertad para ejercer su bien remunerada profesión como hacker y dueño de la empresa que maneja los wikileaks, prescribie­ron los delitos por los que se lo enjuició en Suecia. El temor de ser extraditad­o a Estados Unidos, donde se sostiene que puede ser condenado a pena de muerte o cadena perpetua, es una simple excusa. Para que ello suceda debe existir un juicio tramitado contra él, en el que puede defenderse y acudir a las instancias que señalan las leyes norteameri­canas; y sobre el cuento de la pena de muerte, ya sabemos qué clase de gravedad debe tener un delito para llegar a darse ese caso. Aún más, en el ejercicio libre de su profesión, desde nuestra embajada, y concordand­o con Rusia, ha emprendido una campaña sucia para fomentar la separación de Cataluña y debilitar a un país amigo como España y también a la Unión Europea. Auméntese a eso la amenaza que le hizo al presidente Moreno de que si el gobierno no es de su gusto, también lo atacaría, iniciando una campaña en su contra con sus wikileaks.

En pocas palabras, el señor Assange no es perseguido por nadie. Solo tiene una pequeña cuenta pendiente con el Gobierno británico, por haber violado las condicione­s del arresto domiciliar­io.

El último pronunciam­iento de nuestra Cancillerí­a fue que se lo mantenía en la embajada por razones humanitari­as. Nada de asilo político, pues ahora es un simple huésped. Se le advirtió también, muy delicadame­nte, que no afecte la amistad con países amigos con sus ataques por Wikileaks.

¡Cuidado nos estamos sometiendo a un chantaje!

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Foro. Assange, en videoconfe­rencia desde la embajada, en mayo.

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