Cultura sin regionalismo
Me siento un ecuatoriano integral ya que soy una suerte de guayaquileño (que ha vivido la mayor parte de su existencia en la ciudad de sus antepasados) nacido en Quito. Y ello me ha curado de esas actitudes regionalistas que, felizmente, con el pasar del tiempo cada vez son menos frecuentes en nuestro país. Ese regionalismo entre el Puerto Principal y la capital de la República, sobre todo, que se enfervorizaba con el más popular de los deportes, por lo que hubo que suprimir el Campeonato Nacional de Fútbol, que hace décadas se realizaba entre seleccionados provinciales y no con equipos de cada ciudad como se cumple ahora, provocando graves enfrentamientos entre ecuatorianos.
Los guayaquileños se han quejado no precisamente de los quiteños, sus hermanos nacionales, sino de una burocracia que en ciertas ocasiones aplica criterios centralistas y perjudica a la ciudad más poblada del Ecuador. Y se dio con la intervención en instituciones tan relevantes y tradicionales como el Instituto Nacional de Higiene Leopoldo Izquieta Pérez, que durante el régimen anterior fue suprimido tras tantos años de haber servido eficientemente, no solo a la ciudad portuaria sino a buena parte del país. Se teme que el hospital neumológico Alfredo J. Valenzuela, que ha sido clausurado (se dice que solo “temporalmente”) corra la misma suerte a pesar de la gran labor curativa que allí se ha venido cumpliendo por tanto tiempo.
Ahora es la cultura la que entra como víctima de la ofensiva burocrática. Y los efectos los sufre precisamente la ciudad de Olmedo, el más grande poeta neoclásico de América, del inmenso poeta modernista Medardo A. Silva, del “Grupo de Guayaquil”, del cual partió la moderna narrativa ecuatoriana, y de artistas plásticos tan famosos como Rendón Seminario, Araceli Gilbert, Enrique Tábara, Theo Constante, etc.
El despojar de importantes piezas de arte a los museos del BC de Guayaquil y del Nahím Isaías para trasladarlos a la capital (mincultura dice que son solo “devoluciones”), más las declaraciones de una funcionaria, que se afirma fueron sacadas de contexto, ojalá no nos hagan retroceder a tiempos que pensábamos ya superados, ufanos como nos sentimos de mantener la unidad nacional.
Los guayaquileños se han quejado no precisamente de los quiteños, sus hermanos nacionales, sino de una burocracia que en ciertas ocasiones aplica criterios centralistas y perjudica a la ciudad más poblada del Ecuador’.