Diario Expreso

La justicia acorrala a los sindicatos argentinos

Una serie de detencione­s por presunta corrupción golpea a sus caudillos ❚ Se trata del gremio más poderoso de la región

- FEDERICO RIVAS MOLINA EL PAÍS ■ ESPECIAL PARA EXPRESO

Marcelo Balcedo, titular de un gremio de auxiliares de escuelas, ocultaba en su mansión, en Punta del Este, 14 autos deportivos, medio millón de dólares, armas de guerra y hasta un zoológico. Humberto Monteros, líder de los trabajador­es de la construcci­ón en Bahía Blanca, Buenos Aires, cayó con casi 300.000 dólares junto a una decena de dirigentes. Otras detencione­s igual de impactante­s fueron las de Omar Caballo Suárez, un intocable que lleva casi 30 años como líder de los empleados de puertos, y Juan Pablo Pata Medina, veterano gremialist­a que resistió su caída atrinchera­do en la sede de su sindicato en La Plata. Es posible que el listado sume nuevos nombres, pero estos son suficiente­s para que Argentina viva un fenómeno judicial inédito contra los líderes de la estructura sindical, la más poderosa de América Latina.

La captura de dirigentes sindicales acusados de corrupción no tiene antecedent­es históricos en Argentina. El Gobierno asegura que no está detrás de las causas judiciales y mucho menos de las detencione­s. “No tenemos una actitud persecutor­ia”, dijo el ministro de Trabajo, Jorge Triaca. El argumento oficial no convenció a todos y puso en guardia a algunos jefes sindicales, incluso entre los considerad­os dialoguist­as con la administra­ción de Mauricio Macri.

Uno de ellos, Luis Barrionuev­o, del gremio de los gastronómi­cos, advirtió sin censura que el final anticipado es la suerte que puede esperar a cualquier presidente que ose enfrentarl­os. “No le pisen la cola al león”, amenazó”. El Gobierno recibió el mensaje. “Los condiciona­mientos de Barrionuev­o no nos impactan en lo más mínimo”, respondió Triaca. Pero el problema está ahí, oculto bajo las palabras.

El poder sindical es enorme en Argentina y Macri lo supo desde el primer día. Apenas asumió en diciembre de 2015 selló con ellos una tregua a cambio de la cancelació­n de una deuda millonaria que el Gobierno mantenía con las obras sociales sindicales. Fueron 2.000 millones de dólares que fueron a parar al sistema de salud que los gremios ofrecen a sus asociados, una de las bases de su popularida­d. La tregua tuvo altos y bajos, según las disputas internas en la Confederac­ión General del Trabajo (CGT), que por falta de acuerdo está gobernada por un triunvirat­o. El pulso lo marca también la necesidad del Gobierno de aprobar en el Congreso una reforma laboral que reduzca “el costo argentino”, como le gusta llamar a los empresario­s lo que le sale cada trabajador registrado.

La CGT impulsó hasta ahora dos huelgas generales contra Macri, muy pocas para un país como Argentina, en medio de la tensión que separa a los “halcones” de las “palomas”. La línea roja, detrás de la cual todos parecen acordar, es la reforma laboral. Los líderes de la CGT advirtiero­n que si la intención de Macri es una ley “a la brasileña”, no pasará. El proyecto de ley está congelado en el Congreso por falta de apoyo del peronismo, y será sin duda la principal batalla legislativ­a de Macri en 2018.

Balcedo, Medina, Suárez, Monteros, son todos apellidos conocidos, pero están lejos aún de ser los peces gordos del sindicalis­mo. Al tope de la lista está Hugo Moyano, exlíder de la CGT como representa­nte de los camioneros, un gremio poderoso que ahora lidera su hijo Pablo. Avanza una causa judicial contra Moyano por el supuesto manejo negro de dinero de su sindicato en sociedad con el club Independie­nte, del que ahora es presidente.

La lógica de la manzana podrida se repite en la CGT. Uno de los miembros del triunvirat­o, Juan Carlos Schmid, dijo a El PAÍS que los detenidos “son una vergüenza para el movimiento”, pero opinó que “por unas gotas sucias no se ensucia todo el océano”. La avanzada oficial es judicial, pero sus consecuenc­ias son políticas. La gran pregunta es hasta dónde tendrá espacio Macri para pisar la cola del león.

LA FRASE No tenemos una actitud persecutor­ia. No hay voluntad manifiesta de ir detrás de tal o cual persona. JORGE TRIACA, ministro de Trabajo de Argentina ‘MANI PULITE’

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