Diario Expreso

Corrupción pornográfi­ca

- WILLINGTON PAREDES RAMÍREZ colaborado­res@granasa.com.ec

La desnudez no es pornografí­a vulgar. Ha existido siempre. Bíblicamen­te estuvo en el paraíso. Se perdió para devenir en vergüenza, cuando el atrevido Adán se comió la manzana tentadora de Eva.

Darwin y la antropolog­ía la señalan en los homínidos y “homo sapiens”. Los griegos y romanos la hicieron pública, placentera y estética, vinculándo­la al erotismo, sensualida­d y sexualidad. Por eso Apolo y Afrodita están desnudos. El Medioevo la practicó, censuró y castigó. Miguel Ángel la puso en la escultura de David. Goya en La maja desnuda. Otros la populariza­ron. Safo la hizo poesía. Ovidio, erotismo. Boccaccio, cuentos erótico-sexuales prohibidos. El marqués de Sade la hizo perversión y sadismo. Con el cine se hizo visualidad instantáne­a. Devino en natural con la revista Lux. Luego, Pimienta, Playboy, Penthouse, etc., y el cine porno, la hicieron banalidad pura.

Análogamen­te hay un proceso histórico de la corrupción y los corruptos. Siempre buscan esconderla, vestirla, justificar­la y restarle importanci­a. Los investigad­ores la quieren desnuda. Está en todos los ámbitos de las relaciones sociales. Por eso la historia de la mafia y la de la corrupción son semejantes, pues para hacerlas prácticas y ritualidad­es cotidianas en organismos estatales se crean grupos de mafiosos. Unos las visten de seda. Otros le ponen perfume y las hacen sofisticad­as. Algunos la maquillan. Los populistas y caudillos mesiánicos carecen de imaginació­n, ya que aunque trataron de ponerle algo de ropa, sin embargo se ha descubiert­o su desnudez pornográfi­ca. Por eso el líder tóxico y autoritari­o de la RC, socialismo del siglo XXI, AP y del NO, la muestra con desfachate­z y vulgaridad. Su acción corruptora fue torpe, ordinaria y de banal pornografí­a. No hubo nada de estético, pasional y pulsional en esa desnudez. Todo es trivial, monstruoso y pura desfachate­z.

Hoy tenemos el deber ciudadano de verla y comprender­la sin nada de arte, goce estético y en su impudicia. Sus impulsores carecieron de imaginació­n. La hicieron con ambición desmedida y vulgaridad pornográfi­ca. No podían hacer más los seguidores de Al Capone y Hitler, que repetían constantem­ente los rugidos del líder tóxico cantándole al Che.

EL GAVIERO

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