Corrupción pornográfica
La desnudez no es pornografía vulgar. Ha existido siempre. Bíblicamente estuvo en el paraíso. Se perdió para devenir en vergüenza, cuando el atrevido Adán se comió la manzana tentadora de Eva.
Darwin y la antropología la señalan en los homínidos y “homo sapiens”. Los griegos y romanos la hicieron pública, placentera y estética, vinculándola al erotismo, sensualidad y sexualidad. Por eso Apolo y Afrodita están desnudos. El Medioevo la practicó, censuró y castigó. Miguel Ángel la puso en la escultura de David. Goya en La maja desnuda. Otros la popularizaron. Safo la hizo poesía. Ovidio, erotismo. Boccaccio, cuentos erótico-sexuales prohibidos. El marqués de Sade la hizo perversión y sadismo. Con el cine se hizo visualidad instantánea. Devino en natural con la revista Lux. Luego, Pimienta, Playboy, Penthouse, etc., y el cine porno, la hicieron banalidad pura.
Análogamente hay un proceso histórico de la corrupción y los corruptos. Siempre buscan esconderla, vestirla, justificarla y restarle importancia. Los investigadores la quieren desnuda. Está en todos los ámbitos de las relaciones sociales. Por eso la historia de la mafia y la de la corrupción son semejantes, pues para hacerlas prácticas y ritualidades cotidianas en organismos estatales se crean grupos de mafiosos. Unos las visten de seda. Otros le ponen perfume y las hacen sofisticadas. Algunos la maquillan. Los populistas y caudillos mesiánicos carecen de imaginación, ya que aunque trataron de ponerle algo de ropa, sin embargo se ha descubierto su desnudez pornográfica. Por eso el líder tóxico y autoritario de la RC, socialismo del siglo XXI, AP y del NO, la muestra con desfachatez y vulgaridad. Su acción corruptora fue torpe, ordinaria y de banal pornografía. No hubo nada de estético, pasional y pulsional en esa desnudez. Todo es trivial, monstruoso y pura desfachatez.
Hoy tenemos el deber ciudadano de verla y comprenderla sin nada de arte, goce estético y en su impudicia. Sus impulsores carecieron de imaginación. La hicieron con ambición desmedida y vulgaridad pornográfica. No podían hacer más los seguidores de Al Capone y Hitler, que repetían constantemente los rugidos del líder tóxico cantándole al Che.
EL GAVIERO