Fundamentalismo y cultura
Cada vez resultan más controvertidas y repudiables las posturas intolerantes y reclamos agresivos de minúsculos grupos fundamentalistas, con poder económico y mediático, gracias a las protervas vinculaciones que están detrás de incidentes que se han producido en la ciudad en estos últimos años, que van desde la oposición al aborto terapéutico cuando hay violación, pasando por el enfoque de género, hasta el “Jesús no se ofende” contra una pieza de teatro. En todos encontramos a un grupúsculo vocinglero e irracional y las declaraciones “urbis et orbis” del arzobispo y su vocero, “aplaudiendo el hecho y haciendo un llamado a mantener una posición clara y firme en defensa de los valores éticos y espirituales”, a los nuevos cruzados.
Históricamente, desde que la Iglesia es poder temporal y religión de Estado ha tenido múltiples y sonados enfrentamientos con el avance de la ciencia y las artes a nivel mundial, asumiendo los argumentos más reaccionarios y sin sustentos objetivos y demostrables en la realidad concreta. A nombre de Dios no se puede defender lo indefendible, o impedir el conocimiento de la verdad histórica de una institución social como la Iglesia, que ha sido creada y desarrollada por “sujetos sociales”, como el carpintero de Belén y sus apóstoles, hasta el jesuita Francisco. Y como tal se ha visto envuelta en situaciones complicadas y conflictivas que destacan su naturaleza social y no ponen en juego su vinculación con una fe, con una creencia, “yo creo porque creo”.
Vocero Piechestein, la sátira social y lo sagrado son dos ámbitos de naturaleza tan diferente que no se rozan y más bien se excluyen; pertenece al individuo y no al ser social. Lea a Gutiérrez, Boff o Karl Rainier. Dice la historia que en la corrompida Europa se registra un comercio de reliquias gestionado por las autoridades eclesiásticas; la mayoría bordeaban la estafa, pero se sostenían en la fe del pueblo.
Arzobispo Cabrera y clérigo Piechestein, necesitamos más diálogo. Con la presión de sus “ovejunos rebaños” no pueden sorprender a las autoridades locales, a las que pedimos no acelerarse. Debatamos estos temas en la academia.