Reducir el gasto público
EDITORIAL
Más allá de las quejas y las consabidas críticas, en los inicios del presente año comienzan a sentirse los impactos de la “mesa no servida”, sin que las medidas de reactivación generen el resultado deseado, mientras se busca intentar paliar la crisis con el mismo recetario que la acentuó cuando cayeron los ingresos provenientes de la venta de crudo.
Así, para cumplir con sus obligaciones cotidianas el Gobierno ha recurrido a nuevos créditos, estableciendo como mérito de la medida el que haya sido posible conseguirlos, lo cual determina, al decir de los voceros oficiales, que el Ecuador ha recuperado la confianza de los mercados internacionales y por ello ha logrado ligeras mejoras en las tasas de interés, que debemos pagar.
Sin negar las argumentaciones precedentes, el hecho cierto negativo es que el Gobierno persiste en querer sustentar la recuperación económica en un gasto público de la magnitud que fue posible durante la bonanza de los precios del petróleo.
Hoy que esa situación ha cambiado y no se advierten modificaciones sustanciales orientadas hacia el alza, es importante buscar en las inversiones privadas nacionales e internacionales la superación del estancamiento. Por supuesto, para alentar dichas inversiones el Gobierno debe dar señales claras de que asume con seriedad la nueva situación y toma medidas en consecuencia.
Algunas de ellas son plausibles en el área de la conducción petrolera, procurando la renegociación de contratos onerosos pero, sus resultados no alcanzan los efectos
Es imperativo que entre las medidas de reducción del gasto público se contemple la disminución de la frondosa burocracia que generó el gobierno anterior’.
deseados con la premura requerida. Por ello se necesitan otros arbitrios para reducir el gasto público y se ha sugerido a los ministros de Estado que los busquen y apliquen durante los próximos días.
Una pequeña rebaja salarial está entre las medidas recomendadas. El país, que conoce del desmesurado crecimiento presupuestario que se dio especialmente durante el año final del gobierno anterior, siente que es imprescindible que también se despida parte de esa frondosa burocracia que no cumple rol trascendente en la marcha de la administración.
Hay un verdadero ejército de guardaespaldas, incluidos los del expresidente, al servicio de funcionarios que no tienen razón de contarlos entre su personal. Igualmente, es llamativa la cantidad de asesores que pululan en las oficinas públicas.