Gestión del agua es gestión de salud
Debido a la aceleración del cambio climático y a que sus efectos exacerban otras crisis geopolíticas y de desarrollo, se ha hecho patente y claro el papel de la protección del medioambiente en la preservación y mejora del bienestar humano. Este reconocimiento se encuentra en el corazón del concepto de “salud planetaria”, que se centra en la salud de la civilización humana y la condición de los sistemas naturales de los que depende. La lógica del concepto es simple: si tratamos de brindar una mejor salud a una población en crecimiento, sin tener en cuenta la salud y la seguridad de nuestros recursos naturales, lucharemos para dar nuevos pasos hacia adelante y retrocederemos en los avances logrados. En el punto donde todas las cosas se complican es cuando se debe aplicar el concepto al nexo de los servicios de agua, la salud y la integridad del ecosistema. Desde al menos 1854, cuando John Snow descubrió que el cólera se propagaba a través de suministros de agua contaminados en el centro de Londres, los humanos hemos entendido que el agua contaminada es perjudicial para la salud. La degradación de los ecosistemas de agua dulce a menudo genera enfermedades, y la protección o el fortalecimiento de dichos ecosistemas mejora los resultados de salud. Si bien ahora se comprende que el progreso en un área mejora los resultados en otra, tal dinámica cobeneficiosa a menudo es insuficiente para estimular rápidamente la inversión en ambas áreas. Comprender el potencial de la complementariedad es solo el primer paso. Para maximizar los resultados, debemos diseñar una estrategia coherente que aproveche al máximo la dinámica, al costo más bajo posible. ¿Existe una combinación óptima de protección ambiental e intervenciones directas en salud, en las que los responsables de la formulación de políticas puedan confiar para maximizar el rendimiento de las inversiones en ambas actividades? Un estudio determinó que aproximadamente 42 % de la incidencia mundial de la malaria, incluyéndose el medio millón de muertes al año, podría eliminarse mediante políticas centradas en temas como uso de la tierra, deforestación, gestión de recursos hídricos y ubicación de asentamientos. No obstante, el estudio no cubrió los beneficios potenciales del uso de mosquiteros tratados con insecticida como herramienta para combatir la malaria, descartando así una comparación de los rendimientos de las dos inversiones. Encontrar la mejor opción requiere conocer la contribución relativa de diferentes intervenciones y su complementariedad. En un mundo de recursos limitados, los responsables de la formulación de políticas deben priorizar sus inversiones, incluso diferenciando lo necesario de lo deseable. Es vital encontrar formas de identificar y maximizar la complementariedad. Aproximadamente 2,1 mil millones de personas en el mundo carecen de acceso a agua segura y fácilmente disponible en el hogar, y más del doble carecen de saneamiento gestionado de forma segura, socavando gravemente los resultados de salud e impulsando la contaminación de los ríos. Ya que una creciente porción de la población mundial siente los efectos de la degradación ambiental y el cambio climático de primera mano, es imperativo encontrar soluciones que promuevan simultáneamente la protección ambiental, el suministro de agua y la salud. Los profesionales de la salud y la conservación a nivel mundial deben cooperar más estrechamente para encontrar esas soluciones y convencer a los responsables de la formulación de políticas para que trabajen en su consecución.
Comprender el potencial de la complementariedad es solo el primer paso. Para maximizar los resultados, debemos diseñar una estrategia coherente...’.