La economía española, creciendo y a buen ritmo
España atravesó entre los años 2009 a 2013 una seria crisis económica, financiera y presupuestaria, hoy afortunadamente superada al encadenar tres años consecutivos de un crecimiento superior al 3 %, el mayor de la Unión Europea y de la OCDE en 2015 y 2016. Por ello se debe desterrar la imagen de una España en declive que algunas instancias quisieron elevar a categoría. Incluso llegaron a acuñar el ofensivo término “PIGS”, para referirse a las economías de Portugal, Italia, Grecia y España, con ello revelaron no solo su arrogancia, sino su gran desconocimiento de lo que es España como país y sociedad, y de lo que supone la economía española en el mundo de hoy.
España es un país de larga historia con una de las administraciones de mayor recorrido y más experimentadas del mundo. Cuenta además con muchas empresas de larga tradición y de una creciente vocación exterior. A lo anterior se suma el dinamismo y la solidaridad de la sociedad española, otro de los factores que explican por qué se han superado en poco tiempo las últimas dificultades económicas y financieras.
Conviene también recordar que España es “experta en crisis”, como muchos otros países de economías crecientemente abiertas. Por ello ha podido superar la del petróleo de 1973, la reconversión industrial de los años ‘80, las exigencias de nuestra incorporación a la Unión Europea, y esta última grave crisis de carácter mundial. Ello se ha logrado mediante continuas y modernizadoras reformas legislativas y administrativas, tanto tributarias, financieras, hipotecarias, y bancarias como laborales. El hasta hace poco ministro español de Economía, Luis de Guindos, incluye en su libro ‘España amenazada’ un apéndice final en el que figuran 173 medidas legislativas, adoptadas en tres años, que materializaron el nuevo y gran esfuerzo reformador llevado a cabo en los últimos años.
Para resolver esta última crisis han sido tres los pilares claves de actuación: el saneamiento de nuestro sistema financiero, la consolidación fiscal y las reformas estructurales. Todo ello ha sido posible gracias al esfuerzo conjunto del Gobierno, de los legisladores, de la Administración, de las empresas y de los ciudadanos.
Hoy, gracias a este admirable esfuerzo modernizador, el crecimiento de nuestro Producto Interior Bruto fue del 3,1 % en el 2017; en los años 2015 y 2016 fue incluso superior, del 3,4 % y del 3,3 %, respectivamente. Las perspectivas para el año 2018 señalan la continuidad de esta tendencia. Esta solidez de la economía española es el resultado de su fortalecimiento, de su internacionalización y del aumento de tanto la producción nacional como de la inversión extranjera. Pero también revela la capacidad de adaptación de nuestras empresas y economía, su flexibilidad y su dinamismo. España es un país sólido y en continua transformación y por lo tanto es lógico que su economía y empresas compartan estas características.
Nuestras exportaciones de bienes y servicios superaron en 2017 los 491.000 millones de dólares, aumentando un 8,5 % respecto al año anterior y representando el 34 % de nuestro PIB; supusieron con ello el segundo porcentaje de exportación por PIB de la Unión Europea tras el de Alemania, lo que es ciertamente notable. Fruto de ello se produjo un superávit en nuestra balanza por cuenta corriente de casi 27.000 millones de dólares, un 2 % del PIB, algo sin precedentes en nuestra historia económica. Se calcula que en el período 2017 - 2020 la economía española generará una capacidad de financiación de 112.000 millones de dólares. En suma, la España post-crisis es un país diferente, con un modelo de crecimiento basado en el sector exterior, situándose como quinto país del mundo por su grado de internacionalización.
Lo anterior se explica porque muchas empresas multinacionales españolas son líderes mundiales en sectores estratégicos y de gran componente tecnológico como las energías renovables, la biotecnología, las telecomunicaciones, la tecnología de la información, las infraestructuras y el transporte de última generación. A su vez, a ello obedece la actual participación de empresas españolas en 462 licitaciones internacionales por valor de 200.000 millones de dólares.
Otro buen ejemplo del recobrado dinamismo de la economía española son las cifras récord de turismo en el año 2017, que concluyó con 82 millones de visitantes y casi 108.000 millones de dólares en ingresos. Otros datos relevantes son la reducción del déficit público del 9,3% en 2011 a un 3 % en 2017, y el crecimiento del 36 % en el último año de la inversión extranjera directa en España, alcanzando así en términos acumulados los 556.000 millones de dólares.
Sin embargo, pese a estas alentadoras cifras y los buenos resultados obtenidos, es preciso evitar todo triunfalismo y continuar trabajando para mejorar aún más nuestro panorama económico y social. El desempleo se ha reducido de casi un 25 % a un 16,5 % y encadena cuatro años de crecimiento, habiéndose registrado más de 600.0000 nuevos cotizantes en el último año. Sin embargo, sigue siendo un importante problema humano y social, y un reto estructural a superar. Otro desafío es la contención de la deuda pública, cuyo aumento obedeció a la necesidad de superar la última crisis; situada actualmente en un 98 %, se ha reducido progresivamente en los últimos cuatro años. Estas, y otras, son importantes cuestiones que nuestra economía deberá afrontar en los próximos meses y años.
En todo caso, hay buenas noticias: España se ha recuperado, crece de forma sostenida y es un socio con el que se puede contar. Y esto es una buena noticia también para Ecuador, dado que cuanto más crezca la economía española, más importará de una economía complementaria como la ecuatoriana, produciendo oportunidades, negocio y empleos en nuestro país hermano.