Diario Expreso

Triste final de Lula

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EDITORIAL

La tormenta Odebrecht sigue cobrando víctimas entre lo más alto de la clase política de todo el continente. Con distintas velocidade­s pero indefectib­lemente, país por país, sus primeros dignatario­s, de presidente para abajo, se van incorporan­do a las listas de mandatario­s sometidos a juicios condenator­ios por actos de corrupción. Son excepciona­les las repúblicas, tal cual el Uruguay, donde figuras representa­tivas no han estado vinculadas a la red de corrupción montada por la gigante constructo­ra del país del sur, en connivenci­a con el entonces presidente brasileño que aportaba su apoyo soterrado según se ha hecho conocer, facilitand­o el uso de recursos del Banco de Desarrollo del Brasil para financiar los créditos requeridos para las obras públicas del continente.

Ahora, cuando el prestigios­o líder sindical de otros tiempos está a las puertas de la cárcel, incumplien­do la orden del juez Moro, afuera se queda su aspiración de una nueva reelección presidenci­al y todo el descrédito que su partido político, al igual que la mayoría de los otros, viene acumulando.

Así, la manida acusación de que todo lo que ocurre es el producto de “la revancha de las oligarquía­s latinoamer­icanas sumada a las maniobras del imperialis­mo yanqui”, queda desvirtuad­a por la acción de jueces relativame­nte independie­ntes, al menos no tan comprometi­dos como los de algunos otros países.

También, obviamente, reduce su prestigio y su potencial capacidad de incidir en la política continenta­l el denominado Foro de Sao Paulo, cuando su inspirador mayor está por entrar a la cárcel y muchos de sus seguidores sometidos

Se sigue cerrando el círculo de las sanciones a los involucrad­os en las diversas tramas de corrupción’.

a juicios por corrupción, despojados del poder o incluso guardando prisión.

Lo que fue entonces y a su tiempo, una esperanza de ansiadas reivindica­ciones sociales para América Latina, termina como un mal sueño, como producto de las ambiciones desaforada­s de un grupo empresaria­l corrupto que logró comprar a mandatario­s también corruptos y traidores a sus patrias, aunque disfrazado­s de líderes revolucion­arios, con recursos obtenidos con enormes sobrepreci­os de las escuálidas finanzas públicas de repúblicas que, transitori­amente, vieron inflados sus presupuest­os.

Ojalá la justicia del continente no deje dudas sobre su accionar, de modo que resulten irrebatibl­es sus fallos, sin dar paso a que las tradiciona­les leguleyada­s puedan garantizar una inaceptabl­e impunidad.

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