El diablo está en los detalles
George Orwell sentenció que “el lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras suenen como verdades y que asesinar parezca respetable, dándole además apariencia de solidez a lo que no es más que simple viento” (Why I Write, Penguin Books). El abuso de la corrección política es universal, arreciando los vientos de la propaganda y del populismo, marcas del SSXXI, en estos últimos once años. Hoy, en cambio, tenemos un escueto libreto de intenciones para restaurar la economía: bajar el gasto, vender activos, ser eficientes y dar estímulos a la actividad productiva privada.
Se ha logrado producir, al parecer, un efecto de placebo sobre algunos economistas y sobre las Cámaras de Producción que, hasta este momento, se han mostrado complacientes con lo que se ha dicho. Es la catarsis poscorrea, pero en la realidad seguimos entrampados en detalles, y algunos de ellos son perversos. La dolarización, hay que repetirlo, no requiere de la protección de nadie, menos aún de quienes conspiraron para destruirla a través del irresponsable manejo fiscal. Son los mismos actores, con la misma retórica, las mismas promesas y las mismas medicinas. No acaban de entender que quien más presión le mete a la balanza de pagos es el mismo Gobierno a través de un gasto público que es inmune a cualquier medida.
La falencia de ingresos del petróleo a partir de finales de 2013 se compensó en su totalidad con el desborde de endeudamiento interno y externo para saciar el apetito de consumo del Gobierno. Se cerraron progresivamente las llaves de la inversión pública, hoy poblada por proyectos incompletos en unos casos, y en proceso de deterioro en otros, con sobreprecios que han mermado su rentabilidad, y manejados los más por corruptos e ineptos.
Reestructurar la deuda es fácil de proponer, pero no de obrar. Para convencer a los mercados de capital tendrá que haber un programa consensuado internamente, y luego con el FMI. Lo propio ocurrirá con los pasivos con China pues, quien piense que esas deudas se curan con amistades y palanqueos está fumando en serio. Si la protagonista es la misma persona que defiende el “default” le auguramos que la bravata de cortar el valor de los bonos en actitud de “tómelo o déjelo” no funcionará esta vez. Finalmente, al haberse violado el límite artificial impuesto sobre el crédito público, se deberá recurrir a la Asamblea para aprobar cualquier dispensa, y esta lo hará basándose en cálculos políticos de aparecer o no aparecer como alcahuetes de un gobierno que aún carece de sentido de dirección en su política económica.
En impuestos es más de lo mismo. Se cobrará IVA a los seguros de salud, los que próximamente se extenderán a las exequias funerales cuando se liquide la salud. No habrá cambios inmediatos en el cálculo de los anticipos. Se mantienen las distorsiones del ISC. Suben nuevamente los aranceles. Se cobran tasas por servicios inexistentes. Se pone trabas al desarrollo tecnológico del país. Se alienta al contrabando, y permanecen en su sitio las corruptelas que atraen a los moscardones a ser burócratas.
Orwell está en lo cierto: se da apariencia de solidez a lo que no es más que puro viento.
Se pone trabas al desarrollo tecnológico del país. Se alienta al contrabando, y permanecen en su sitio las corruptelas que atraen a los moscardones a ser burócratas’.