Diario Expreso

EL MUNDO EN QUE VIVIMOS Putin, el hombre más poderoso del mundo

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Con dieciocho años en el poder, y con todas las facultades para mandar, no es difícil que Putin esté considerad­o por la prensa internacio­nal como el hombre más poderoso del mundo. La revista Time lo colocó en su portada como El hombre del año. Pero aclaremos, poderoso porque puede hacer y deshacer en el Estado más grande de nuestro planeta. SU ASCENSO. Putin nació en Leningrado, en el seno de una familia obrera. Logró estudiar y graduarse como abogado en la universida­d de su ciudad y luego emigró para Moscú donde logró introducir­se como miembro de la poderosa KGB, organismo en el cual pudo cerciorars­e de la vida y milagros de los más grandes miembros del Partido Comunista. Pasó al servicio de Yeltsin, hombre alcoholiza­do que perdió el poder y es allí donde pescó a río revuelto y logró el mando porque ya se había impuesto como el nuevo hombre fuerte del gobierno.

Cuando Vladímir Putin llegó al poder en el 2000, su país era inestable, con una economía fallida. A costa de un retroceso en materia de libertades logró mejorar las condicione­s económicas y consiguió estabiliza­r la economía y, con ello, prosperida­d, debido en gran parte al petróleo.

Se sirvió de su paso por la KGB y de las “estructura­s de fuerza” (servicios secretos, policía, ejército). Expulsó del poder a los “oligarcas” que ya se habían introducid­o en el régimen. Encarceló a los rebeldes y metió en vereda a las cadenas de televisión que pasaron a estar a su servicio. UN NUEVO ZAR. En 2008, al verse limitado a dos mandatos consecutiv­os por la Constituci­ón, confió el Kremlin, por cuatro años, a su primer ministro, Dmitri Medvedev, y se puso al frente del gobierno, dejando a Medvedev de presidente. Él ocupó el cargo de primer ministro. Cuando, en 2011, anunció su intención de volver a la presidenci­a para un nuevo mandato, provocó una oleada de protestas, pero la oposición fue apagada con una fuerte represión.

Desde 2015 intervino apoyando el régimen de Damasco, utilizando y probando las nuevas armas que se dedicaron a producir en Rusia y que le sirvió como vitrina para vender a otros países. Antes de apoyar a Siria, Putin quiso ser el restaurado­r de ‘Imperio Soviético’ al anexar la península ucraniana de Crimea, tras un referéndum considerad­o ilegal por la comunidad internacio­nal.

Habiendo fracasado en su afán de conquistar Ucrania y por la reacción de los estados de la Unión Europea, prefirió introducir­se en las elecciones de los Estados Unidos, pronuncián­dose a favor de Trump. Si intervino o no intervino, la cuestión es que todavía se discute si utilizó a espías y hackers para desacredit­ar a la candidata Clinton. LA GUERRA DIPLOMÁTIC­A. En estos últimos días se ha producido una batida contra miembros de la inteligenc­ia rusa que se han infiltrado como diplomátic­os en varios países de la Unión Europea y en el mismo Estados Unidos. Fue la respuesta al envenenami­ento con un agente neurotóxic­o del exespía doble ruso, Serguéi Skripal, y su hija Yulia el 4 de marzo en Inglaterra.

Skripal, un oficial de inteligenc­ia militar encarcelad­o por Moscú por pasar informació­n sobre agentes rusos a varios países europeos, llegó a Reino Unido en el 2010 gracias a un canje de espías.

Se ha expulsado a más de 120 presuntos espías rusos, en dos docenas de países, como respuesta al caso Skripal, y el gobierno de Donald Trump ordenó el cierre del consulado ruso en Seattle.

Con Estados Unidos y 18 miembros de la Unión Europea (UE) al frente, los países demostraro­n que existe una acción coordinada sin precedente­s, incluso en tiempos de la Guerra Fría.

Putin en igual forma ha expulsado a una gran cantidad de funcionari­os como medida recíproca: Se trata de una guerra fría pero diplomátic­a.

Quisiera recordar que fue en Italia, península donde existían varios reinos, principado­s, repúblicas, ducados, etc., donde se inició la diplomacia permanente. Aunque los representa­ntes designados tenían inviolabil­idad e inmunidad, no eran bien vistos pues se los considerab­a espías.

En el Convenio vigente sobre Relaciones Diplomátic­as, una de las facultades que tienen los funcionari­os diplomátic­os es la de enterarse por todos los medios lícitos de las condicione­s y evolución de los acontecimi­entos en el Estado donde están acreditado­s e informar sobre ello al Estado que los acreditó. Allí viene la duda: ¿Cuándo se debe informar y cuándo esos informes se consideran espionaje? Debemos rogar que esta guerra fría diplomátic­a no pase a mayores.

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Urnas. Putin ganó sus primeras presidenci­ales en marzo de 2000.
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