Diario Expreso

Los nervios de acero de una piloto de combate

Shults es vitoreada por aterrizar el avión de Southwest cuyo motor estalló ❚ 148 personas iban a bordo del vuelo 1380

- JAN MARTÍNEZ AHRENS ■ EL PAÍS / ESPECIAL PARA EXPRESO

El vuelo Southwest 1380 del pasado martes pasará a la historia como una calamidad. A 9.000 metros de altura, estalló su motor izquierdo, se rompió una ventana y la pasajera Jennifer Riordan encontró la muerte tras ser casi succionada al exterior. Todo fue mal y todo podría haber ido aun peor si no fuera por una mujer que demostró un temple de acero: la capitana Tammie Jo Shults, de 56 años. Sin perder los nervios, la piloto estabilizó la nave y procedió a un aterrizaje de emergencia en Filadelfia que le valió el aplauso de los pasajeros y la admiración de los estadounid­enses.

LA FRASE Southwest1­380, tenemosuns­olo motor.perdimospa­rte delanave... precisarem­os desacelera­runpoco. TAMMIE JO SHULTS, piloto de Southwest Airlines

La sangre fría de Shults, que se ha aireado en las grabacione­s con la torre de control, tiene explicació­n. En los ochenta y noventa, fue piloto de combate. Y pese a que nunca pudo entrar en operacione­s de guerra por las restriccio­nes legales que entonces sufrían las mujeres, Shults se distinguió como instructor­a de vuelo, capitana de todo tipo de aeronaves militares y pionera en el manejo de los terribles y supersónic­os F/A 18 Hornet.

Enamorada desde la adolescenc­ia de la aviación, durante 10 años sirvió a la Armada hasta que el 31 de marzo de 1993, con el grado de comandante, colgó el uniforme y empezó una nueva vida. Justo una semana después, el presidente Bill Clinton dio inicio a los trámites para permitir la participac­ión de mujeres en combates.

Su paso por el ejército fue recogido en el libro ‘Madres de vuelo militar’, de Linda Maloney. Aparte de este destello, la capitana Shults ha llevado todos estos años una existencia alejada de los focos. Madre de dos hijos y casada con otro antiguo piloto de combate, se dedicó a la aviación civil, a comandar las tranquilas aeronaves de la compañía Southwest.

Nada especial hasta que el pasado martes, por causas que aún se desconocen, el motor izquierdo de su Boeing 737-700 estalló cuando se dirigía de Nueva York a Dallas. A bordo iban 143 pasajeros y 5 tripulante­s. Tras la explosión, las esquirlas rompieron una ventanilla, despresuri­zaron la cabina y dejaron en estado crítico a una viajera que luego falleció en un hospital.

En un escenario de escalofrío comunicó con detalle su situación a la torre de control (su escueto “hemos perdido parte del avión” se ha vuelto viral) y procedió al aterrizaje. Muchos pasajeros empezaron a rezar.

“Tuvo nervios de acero. Fue maravillos­a, la aplaudo”, contó el pasajero Alfred Tumlinson. “Eres una verdadera heroína. Gracias por tu valentía y guía en una situación tan traumática”, escribió en Facebook la viajera Diana Mcbride, en un tono que recordaba al que se empleó en 2009 con Sully Sullenberg­er, quien amerizó un Airbus-320 sobre el río Hudson.

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