El misterio de la menstruación
La menstruación es tan natural como el latido del corazón. Sin embargo, para las mujeres más vulnerables del mundo (refugiadas, indigentes, adolescentes y desplazadas por diversas emergencias) puede ser una experiencia difícil e incluso peligrosa. En muchas sociedades es un tema envuelto en eufemismos y secretismo por creencias comunitarias que pueden llevar a las niñas y las mujeres a sentirse avergonzadas, aisladas e inseguras. Cuando esto se combina con falta de acceso a productos sanitarios o a sitios seguros y privados donde usarlos, los resultados pueden ser social y emocionalmente devastadores. Las dificultades para su manejo pueden afectar negativamente la capacidad de trabajar o de ir a la escuela, lo que agrava la ansiedad, el estrés y el miedo que niñas y mujeres sienten. Las prácticas menstruales inseguras también provocan graves riesgos para la salud. Por ejemplo, en algunas partes del África subsahariana y el sur de Asia es común que mujeres y niñas tengan que usar métodos de protección ineficaces y antihigiénicos, como lodo, hojas o estiércol, que aumentan el riesgo de infección. Ellas necesitan acceso fácil a un suministro adecuado de materiales para contener o absorber el flujo menstrual, y lugares seguros y privados para lavarse y eliminar los residuos. Además, las niñas requieren información precisa sobre la menstruación, para entender lo que les sucede y elaborar estrategias para manejarla en forma higiénica, tanto en países ricos como pobres. Felizmente, hay activistas, grupos de beneficencia y académicos que están empezando a encarar estas necesidades globales: una de las autoras fundó la organización Bloody Good Period, para ayudar a refugiadas y solicitantes de asilo en el Reino Unido a acceder a productos de higiene femenina gratuitos. Como dijo hace poco una solicitante de asilo en Leeds, el programa le cambió la vida. La higiene menstrual es esencial para la salud, la educación, la movilidad y la seguridad de las mujeres; por eso hay que considerarla un derecho humano básico, cuya protección demanda prestar atención urgente a tres tareas: empoderar a las mujeres y niñas para que tomen decisiones informadas respecto de sus cuerpos; lograr más concientización y educación sobre el proceso menstrual, pues ayudar a las niñas a entender sus ciclos menstruales y hablar de ellos sin temor permitirá acabar con los tabúes asociados y de paso mejorar las prácticas higiénicas. Finalmente, necesitamos soluciones empíricas. Es muy frecuente que la formulación de políticas se base en supuestos errados. Pero cuando el desarrollo de programas se combina con una investigación rigurosa los resultados pueden ser asombrosos. Un estudio conjunto de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres y la Universidad de Oxford sobre la menstruación en Uganda halló que la falta de acceso a productos sanitarios limpios obligaba a muchas adolescentes a faltar a clase. Pero cuando en ocho escuelas se proveyó a las niñas compresas reusables y educación sobre la menstruación, la asistencia aumentó un 17 % en promedio. La comunidad sanitaria internacional debe trabajar unida para encarar las necesidades menstruales de mujeres y niñas en todo el mundo; no existe una única solución para este problema global. Pero hay que poner fin al secretismo en torno a este proceso natural, para que mujeres y niñas puedan obtener los productos sanitarios que necesitan a precios accesibles.
... la organización Bloody Good Period, con el objetivo de ayudar a refugiadas y solicitantes de asilo en el Reino Unido a acceder a productos de higiene femenina gratuitos’.