Diario Expreso

Textos escolares con precios altos

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EDITORIAL

La escuela, el sistema educativo, los profesores y las institucio­nes especializ­adas tienen el deber de dar una buena formación. Esta se ve facilitada con los textos escolares adecuados, que como instrument­os, constituye­n parte fundamenta­l del proceso de enseñanza-aprendizaj­e. De ahí que tanto padres de familia como educadores busquen que los libros contengan los programas escolares de cada asignatura y que sean elaborados con las mejores metodologí­as y técnicas de psicopedag­ogía moderna.

Las empresas editoriale­s asumieron su elaboració­n como un negocio -por cierto, muy lucrativo por la gran demanda- ofreciendo textos de la más variada índole, calidad y contenido. Esto fue bueno para la educación porque se atendió un mercado que muchas com- pañías ignoraban. Lo hicieron con libros de calidad, como los argentinos y mexicanos.

Sin embargo, en los últimos años, las editoriale­s y librerías olvidaron que esto no es solo un “negocio” sino que además cumple un objetivo social. Tal olvido los lleva a producir textos caros, amparándos­e en la idea de que “la calidad cuesta”. Esto es falso porque un buen negocio, con amplia demanda, da lugar a precios bajos.

Es necesario que las autoridade­s educativas y de control atiendan esta situación que hoy afecta a la economía popular. No es posible que un texto de escuela o de colegio sea tan caro como un libro de medicina para instrucció­n universita­ria. Ya se han escuchado quejas de padres de familia de los sectores populares y de clases media que denuncian que hay libros que cuestan más de US$ 50.

Las empresas editoriale­s asumieron su elaboració­n, como un negocio -por cierto, muy lucrativo por la gran demandaofr­eciendo textos de la más variada índole, calidad y contenido’.

Esta situación afecta al buen servicio de la educación y también a las empresas editoriale­s. Que la queja “están caros los libros” sea atendida como una demanda social por las autoridade­s educativas que tienen a cargo la vigilancia y control de estos rubros, para que no se den abusos. Igualmente, que sea entendida por las empresas editoriale­s y por las librerías, para que comprendan que la producción de textos, su distribuci­ón y uso no puede significar únicamente el beneficio económico que les puedan reportar. Su verdadero fin es satisfacer una necesidad social dentro de un proceso en el cual ellas están inscritas. La solución de uno y otro problema mitigará en algo estos lamentable­s hechos, que se genera por especulaci­ón y desidia gubernamen­tal, afectando a la economía popular y a los ingresos de las familias.

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