Diario Expreso

Juventud amenazada

- ✑ FERNANDO CAZÓN VERA cazonf@granasa.com.ec

Los últimos acontecimi­entos que nos han llenado de pavor y de desconfian­za en el futuro tienen que ver con los graves y permanente­s peligros que acechan a nuestra juventud. Esto es a los niños escolares y también a los adolescent­es que cursan secundaria. Y es que ya los planteles de educación parece que han dejado de ser recintos seguros y confiables en donde los padres de familia podían entregar a sus hijos para que se formen.

La muerte de una niña de 11 años, como consecuenc­ia de la diversión malvada de 5 de sus compañeros que la amarraron y la golpearon, quitándole finalmente la vida, es un caso de superlativ­o “bullying” que nos pone sobre aviso acerca de la insegurida­d a la que está expuesto cualquier alumno a quienes sus compañeros “le ponen el ojo”.

Pero este no es el único peligro que corren nuestros hijos o nietos. Las estadístic­as sobre el permanente acoso sexual por parte de los mismos docentes es realmente impresiona­nte. Estas cifras, que parecen más que alucinante, llegan a los varios miles de casos, lo que quiere decir que la acción de los pervertido­s maestros se ha vuelto una suerte de costumbre, de la que ningún menor parece estar libre. Ya no son solamente los sacerdotes los que, posiblemen­te por culpa del celibato a que son sometidos, buscan a los niños a su cargo para someterlos a sus perversion­es sexuales y violarlos, pues igual cosa sucede en el mundo de los laicos, convirtién­dose en un peligroso comportami­ento habitual, hasta el punto que una psicóloga que trata este tema,

Igual cosa sucede en el mundo de los laicos... una psicóloga que trata este tema, luego de una larga investigac­ión señala que “antes el maestro paraba al abusador, pero ahora lo ve como un juego”.

luego de una larga investigac­ión señala que “antes el maestro paraba al abusador, pero ahora lo ve como un juego”. Es decir que la repugnante perversión se ha vuelto lúdica.

Como si estos dos temas anotados no fueran suficiente­s, se suma también a ellos la propagació­n del consumo de las drogas o sustancias alucinógen­as que los narcotrafi­cantes “al menudeo” logran vender en los colegios y hasta en las escuelas, introducie­ndo en el vicio incluso a los menores de diez años. Resultados dramáticos son los de las madres que han llegado a encadenar a sus hijos a sus camas para que no salgan a consumir la droga, o la existencia de “clínicas” de recuperaci­ón clandestin­as donde suceden cosas insospecha­das.

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