Pie de página 210
Ecuador entre dos siglos. El libro de Osvaldo Hurtado resulta imprescindible para conocer la historia de nuestro país. Especialmente para aquellos cuya memoria política empieza con Rafael Correa. Lo que más llamó mi atención de este libro no fue comprobar cómo hemos sido partícipes de un debate interminable entre el populismo y la decencia política, ni de cómo los intereses de nuestros funcionarios han estado por encima del bienestar de la nación; no. Lo que me impresionó (mi parte favorita del libro, y tal vez de nuestra historia republicana) está en el pie de página número 210, sobre la transición democrática. Una historia que no viví. Información que vale la pena recordar: (i) Las Fuerzas Armadas respaldaron la transferencia del poder a la ciudadanía. A diferencia de lo que ocurrió con las dictaduras militares en la región, la nuestra no buscó perennizarse. Ni hacer uso de la violencia. Por el contrario. Qué orgullo aprender que fuimos excepción, pioneros, líderes. (ii) No solo respaldaron el proceso, sino que también lo defendieron de políticos que -al haber sido derrotados- buscaron boicotearla, presionando a Durán Ballén para que renunciara a su candidatura: “a fin de que al faltar uno de los contendientes no pudiera realizarse una segunda vuelta electoral” y (iii) El pie de página 210: Sixto no renunció. Y tomó esta decisión “movido por sus convicciones democráticas, pues sabía que sus posibilidades de ganar en segunda vuelta electoral eran bajas”. Un candidato que decidió perder para que el país pueda ganar. Ejemplo de un político que llegamos a tener. Evidencia de que existió un capítulo en la historia donde el bien del país estuvo antes que cálculos electorales.
El libro de Osvaldo Hurtado, Ecuador entre dos siglos, nos recuerda la calidad política que tuvimos y a la que podemos aspirar. Hace unos días Abdalá Bucaram anunció que buscaría la presidencia del Ecuador si Jaime Nebot también lo hace. De vuelta al 96. Rectifico: leerlo no resulta imprescindible para conocer la historia de nuestro país. Resulta imprescindible para darnos cuenta (a tiempo) de que la estamos repitiendo.