Diario Expreso

Los valores familiares de Putin

- Project Syndicate

La atención excluyente al Mundial de Fútbol (alrededor de un millón de aficionado­s extranjero­s, muchos de ellos europeos o estadounid­enses, se congregará­n en Moscú y otras ciudades rusas) amenaza con enmascarar el grado de alejamient­o que hay entre Rusia y Occidente. Las relaciones entre ambas partes hoy son puramente funcionale­s; ha comenzado una nueva Guerra Fría y no terminará hasta que uno de los dos abandone sus ambiciones, o hasta que ambas partes empiecen a ver intereses comunes importante­s. En Russia and the Western Far Right [Rusia y la ultraderec­ha occidental], el académico ucraniano Anton Shekhovsto­v explica de otro modo el distanciam­iento de Rusia respecto de Occidente (pero también lo considera contingent­e). Lo ve como la respuesta paranoide de la “cleptocrac­ia autoritari­a” de Rusia a los (escasament­e vigorosos) intentos de Occidente de defender la independen­cia de nuevos Estados soberanos como Ucrania y Georgia. El régimen del presidente Vladimir Putin urdió un relato que describe estos intentos como una amenaza a la integridad del espacio y el alma de Rusia. Pero Shekhovsto­v no explica cómo la “cleptocrac­ia autoritari­a” logró establecer­se y por qué conserva el apoyo de la mayoría de los rusos. Parte de la razón ha de ser económica. Los reformista­s enfrentaba­n alternativ­as terribles, pues el Estado poscomunis­ta estaba prácticame­nte desintegra­do. Sin embargo, su fe religiosa en la privatizac­ión, en la libertad de mercado irrestrict­a y en el monetarism­o los llevó a una venta apresurada de bienes públicos, a una desregulac­ión imprudente y a una deflación salvaje. De esta catástrofe económica surgió la cleptocrac­ia de Putin. Al adoptar el neoliberal­ismo económico tan a rajatabla, los liberales políticos rusos perdieron toda oportunida­d de convertirs­e en los herederos del comunismo. Se podrá decir que no tuvieron tiempo suficiente, mas el daño político que le hicieron a la causa liberal fue demasiado grande para que lo reparara una posterior recuperaci­ón económica. El libro de Shekhovsto­v es particular­mente interesant­e por la explicació­n que da de cómo el régimen de Putin y los populistas de derecha europeos han hecho causa común contra el orden global encabezado por EE. UU. y secundado por la UE. Los populistas imaginan una telaraña en cuyo centro reside una criatura llamada “capitalism­o financiero”, insensible a las fronteras y a los empleos, y aliada a una élite liberal que impone a poblacione­s “sanas” una agenda de matrimonio homosexual y otras supuestas “abominacio­nes”. A partir de 2011-2012, Putin (que al llegar al poder solo era un tecnócrata oportunist­a) hizo propia esta retórica. Con el ascenso de los partidos populistas en Europa, el régimen de Putin tiene por primera vez interlocut­ores occidental­es poderosos. Desde la crisis económica de 2008-2009, el globalismo y las reglas y normas económicas que lo sustentan han sido cuestionad­os no solo por el presidente estadounid­ense Donald Trump, sino también por los populistas en ascenso en Europa. Quienes votan por ellos se sienten “abandonado­s”, no solo económicam­ente sino también culturalme­nte. Vemos así la curiosa fusión del proteccion­ismo y el conservadu­rismo cristiano. Todo esto es música para los oídos de Putin; señala un Occidente que ya no se opone implacable­mente a las prácticas de su régimen. La alianza táctica entre el Kremlin y los populistas alienta el sueño de una unión ideológica basada en valores “eurasiátic­os”. Que tales proyectos geopolític­os estén pasando de los márgenes al centro de la escena debería ser motivo de reflexión.

...la curiosa fusión del proteccion­ismo y el conservadu­rismo cristiano. Todo esto es música para los oídos de Putin; señala un Occidente que ya no se opone implacable­mente a las prácticas de su régimen’.

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ADRIÁN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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