Necesidad de los ajustes
Nunca creí que algún día yo estaría escribiendo la presente columna, titulada para promover la necesidad de realizar ajustes que pongan la posibilidad de salir del bache más cerca a nuestros días.
Sin duda, el desbarajuste causado por el “gobierno” anterior obliga a realizarlos y, mientras más pronto, menor será el dolor causado por el esfuerzo.
Parece que todos los expertos, de cualquier signo ideológico, coinciden en que hay que reducir gastos, dado que seguir incrementando “ingresos” a base de deuda, es seguir engañándonos. Peor todavía si los recursos así adquiridos no se destinan a inversiones productivas y solo sirven para continuar manteniendo una inflada burocracia que, por la vía de contratos, ha superado todo límite, sin el consecuente rendimiento.
El hecho real es que nuestros gastos, el burocrático incluido, que creció hasta la obesidad, no tienen con qué ser financiados en razón de la baja de los ingresos. Así, es obligatorio hacer ajustes. Toca a las autoridades diseñarlos de modo que causen el menor impacto negativo posible en las familias de los afectados. Entre otras cosas es imprescindible garantizar un clima de confianza en la seriedad de la conducción económica, que posibilite inversiones que generen nuevos empleos a los que puedan recurrir quienes hayan perdido el suyo en el sector público.
Lo que no se puede continuar haciendo es mirar para otro lado mientras el deterioro de la calidad de vida de los ecuatorianos se hace cada vez mayor, con toda la secuela de patologías sociales que ello genera.
Ya ha transcurrido un año del nuevo gobierno, ya tenemos más
Los ajustes tienen muy mala imagen pero, hoy es obligatorio hacerlos’.
claridad en las cuentas, ya sabemos cuánto debemos y cuándo debemos pagarlo, ya mejoró un tanto el siempre volátil precio del crudo; ya no hay razones para seguir perdiendo tiempo. Urge proceder a sincerar la economía, gastando menos y poniendo la casa en orden, terminando con los despilfarros de todo tipo y volviendo a la austeridad necesaria en el manejo de una economía de grandes recursos potenciales, muy mal explotados y peor redistribuidos hasta ahora.
Conste, no me gusta aceptarlo.