Cambio de modelo II - Subsidios
Los subsidios pueden tener propósitos legítimos o intenciones bastardas. El populismo es muy listo para hacer comer cuento, pero el mundo real no es así. Una de las razones de ser de la economía es cómo mejor usar los recursos disponibles. Si hay que escoger entre subsidiar el consumo de combustibles o mejorar la red de protección social: ¿qué escogería Ud.?
Pues bien, la respuesta inequívoca de los gobiernos es: se subsidian los combustibles y se invierte en propaganda respecto de lo social. Fue lo que hizo Correa en sus diez años: se gastó $22.500 millones netos en subsidiar combustibles, y al mismo tiempo proclamó que los hospitales del IESS eran obra de su gobierno, y que las eventualmente fracasadas y costosas escuelas del milenio eran el modelo educativo a seguir.
Las erogaciones netas a los combustibles calzan casi exactamente con el incremento de la deuda externa, por lo que cada lector podrá sacar sus propias conclusiones. El gobierno, el mismo que no tiene para pagar sus cuentas, subsidia el consumo del diésel, la gasolina, y el gas natural (en ese orden) por un monto variable de entre $2.000 a $2.500 millones anuales (según el precio del petróleo). Se importan el equivalente de 55 millones de barriles de productos derivados en un negocio que es más oscuro y denso que el mismo crudo, pues se desconoce cuáles son los detalles de transacciones que superan los $4.000 millones anuales (antes de la recuperación por ventas internas). Tan “sucio” es el negocio que, entre 2007 y 2008 se alcanzó el mayor diferencial (y se produjeron las mayores pérdidas) en la compensación de crudo por derivados con Pdvsa: $17 por barril contra un promedio de $5,30 para treinta años. La distorsión es tan seria que expertos consultados estiman que hasta un 30 % de los derivados son contrabandeados por las fronteras. Para resarcirse de esta tara, el Gobierno impone altos aranceles a los vehículos, a las matrículas, al rodamiento y, paradójicamente, a la contaminación ambiental.
No se trata de imponer tributos al consumo de combustibles. En un régimen de mercado competitivo el Gobierno habría contado con los recursos para sustentar un programa de inversiones sin necesidad de tener que recurrir a los créditos chinos o a la emisión de bonos para llevar a cabo su plan de desarrollo, y dejar de presionar a los contribuyentes con impuestos crecientemente disfuncionales. El traslado de las operaciones de comercialización hacia el sector privado libera recursos de caja y evita pérdidas multitudinarias a Petroecuador y al fisco, permitiendo hacer la focalización requerida para favorecer el transporte de carga y pasajeros, la competitividad, y fomentar la paz social.
La corrección política impone que el de los combustibles sea un tema para sordos y mudos, pues cualquier “paquetazo” está asociado con los precios de la gasolina y el diésel (amén del tabú del LPG). El mercado ofrece soluciones que permitirían el expendio a precios variables, abiertos a la competencia, con calidad asegurada, y sin afectar la caja de Petroecuador, que debe pagar los platos rotos por mantener un esquema inviable. Si esta postura molesta a quien fuere, la respuesta es que “en economía no hay almuerzo gratis”. Lo demás es cuento.
La corrección política impone que el de los combustibles sea un tema para sordos y mudos … Si esta postura molesta a quien fuere, la respuesta es que “en economía no hay almuerzo gratis”. Lo demás es cuento’.