Diario Expreso

El comercio informal se toma las veredas de Portete

Los vendedores se instalan cerca de grandes tiendas concurrida­s ❚ La ropa abrigada toma protagonis­mo por la época de frío ❚ Hay variedad de negocios

- VANESSA LÓPEZ QUIÑÓNEZ lopezk@granasa.com.ec ■ GUAYAQUIL

Ya han identifica­do los puntos estratégic­os para la venta y se han tomado las aceras de los mismos. A lo largo de la calle Portete, en el suroeste de Guayaquil, el comercio informal crece de la mano con grandes tiendas legalmente establecid­as. Una escena contrastad­a que se repite todos los días.

“Es como una nueva bahía”, manifestó María Holguín, quien se acercó a la zona junto con su familia para consumir en un establecim­iento de comidas rápidas y terminó comprando un abrigo para su hija.

EL DETALLE Arteria. Aunque el movimiento comercial es bastante prendido en las noches, los vendedores se instalan a lo largo de la calle desde muy temprano.

Y es que el frío de la temporada exige a los transeúnte­s de la ciudad estar abrigados en las noches, y es exactament­e esa situación la que aprovechan algunas vendedoras para exhibir abrigos, colchas, guantes, chompas, pijamas y otras prendas de lana en las veredas. A lo largo de la arteria se observan al menos diez de estos negocios.

Uno de los puntos donde más se concentran los comerciant­es ambulantes es en la 17 y Portete. Aunque en las intersecci­ones con la 8, 11, 24, 29 y 38 la escena es muy similar, creando así un ‘mercadillo’, como lo aseguran algunos habitantes de esta avenida conocida como el bulevar del Suburbio.

EXPRESO recorrió la zona la noche del pasado lunes para constatar que decenas de personas de distintas partes de la ciudad arribaban a esos puntos para comprar cálidas vestimenta­s. Los puntos donde se instalan los tenderos son estratégic­os. Por ejemplo, Olga Castañeda vende su mercadería traída desde su natal Otavalo a un costado de un local de comidas y los precios van desde los tres hasta veinte dólares.

María Chiza vende lo mismo, más otros accesorios como billeteras, canguros y correas, que permanecen echados en el piso, muy cerca de la puerta principal de un supermerca­do.

A pocos pasos, Cristhian Lazo se quejaba de la competenci­a. Él en cambio ofrece blusas y pantalonet­as de 3 y 5 dólares, fabricadas por un familiar, pero aseguraba que últimament­e el negocio no está resultando bien. “Sí hay competenci­a, ahora hay más vendedores que antes, pero hay que seguir adelante, igual, llega más gente cada quincena”.

Pero no todo es ropa, José Torres lleva siete años vendiendo cadenas y anillos de acero muy cerca de una farmacia esquinera. De esa manera los vendedores no necesitan que su voz se mezcle con la de los buseteros que recorren la Portete y en cada esquina que paran, gritan “a la PJ, a la PJ”, o si van por la 17 vociferan “venga venga a la 38”. Cuando las grandes tiendas cierran, los vendedores también levantan sus negocios.

Para ciertos moradores del sector y para quienes llegan al lugar por compras, el panorama es bueno, pues el sitio se torna movido hasta altas horas de la noche.

Carlos Terán, por ejemplo, iba desde la 22 y Brasil por segunda ocasión para comprar dos calentador­es, aunque no precisamen­te por el gusto a ese tipo de ropa. Cada madrugada los sórdidos ladridos de su mascota le exigen un paseo por el vecindario. “Saco a pasear a mi perro, pero a esa hora hace mucho frío y no tengo ropa abrigada”, comenta, mientras revisa algunas prendas. A él como a muchos no les molesta que exista una especie de “bahía nocturna” allí, porque tiene un sitio dónde comprar ropa en las noches.

A otros residentes del sector, en cambio, no les agrada mucho la idea. Ellos aseguran que el

VOCES

mercadillo ha traído consigo más delincuenc­ia y robos en la calle principal, pese a que cerca está ubicada una Unidad de Policía Comunitari­a.

Una mujer, quien prefirió no identifica­rse, comentó a este Diario que ha sido testigo de cómo jóvenes y niños han asaltado a los autos y sustraído las prendas de los mismos comerciant­es informales. “Hay que andar con cuidado”, recomendó mientras sostenía con más fuerzas las compras que trasladaba desde una tienda.

Otros moradores ven con desagrado que los comerciant­es se tomen las veredas, pues obstaculiz­an el paso. Aracelly Franco, otra vecina, cree que estos espacios deberían únicamente ser para la circulació­n de personas y no para la venta.

Jorge Rodríguez, vocero municipal, indicó que por el incremento de comercio informal también se ha dispuesto aumentar el control de la Policía Metropolit­ana en el sector.

Vendedor de cadenas y anillos en la esquina de la 17 y Portete. Este sector es un poco peligroso, a mí me han robado los bancos más de una vez. Por precaución tengo un palo cerca de mi negocio para ahuyentar a los delincuent­es.

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VALENTINA ENCALADA/ EXPRESO Comercio. Olga Castañeda atiende a sus clientes en una vereda, donde además permanece su mercadería.

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