Valencia: novela al aire
Leonardo Valencia va a presentar en esta semana en la Feria del Libro, su provocativo texto de crítica literaria, Moneda al aire. Sobre la novela y la crítica. Se trata de cómo leer a la novela y las formas en que se ha pretendido hacerlo. Es un libro ingrávido, no por su contenido que es riquísimo, sino, por la apuesta que lo hace posible. La novela tiene una multiplicidad de sentidos, es un invento complejo que no puede leerse, como muchas veces se lo ha hecho, desde parejas de opuestos que terminan empobreciendo sus significados y convirtiéndola en un arma de combate ideológico o de utensilio práctico. Es, lo recuerda Valencia, el caso de Stevens, el personaje de Los restos del día, de Ishiguro, que lee novelas solo porque son útiles para mejorar su inglés.
Moneda al aire es un libro pequeño (86 páginas), escrito para los ciudadanos de este nuevo milenio: ágil, lleno de reflexiones sorprendentes y de personajes inesperados en capítulos que no van más allá de las dos páginas, y con una bibliografía de apoyo poderosa, que no se hace sentir ni es abrumadora. Hay una razón: Leonardo es un novelista que ante cada libro que está por escribir, se pregunta: ¿qué es una novela? Pero también, es un profesor de literatura, un crítico que está al día de las corrientes, no solo literarias, sino también filosóficas y estéticas.
Moneda al aire es un libro abierto, como pretende que
Leonardo es un novelista que ante cada libro que está por escribir, se pregunta: ¿qué es una novela?...’.
sea la novela. Da múltiples pistas para leer una novela. La frase de Gadamer es clave: “Lo importante es que todo interpretar no señala hacia un objetivo, sino solamente en una dirección, es decir, hacia un espacio abierto que puede rellenarse de modos diversos”. Podemos leer una y otra vez, pasados los años, Guerra y paz, de Tolstoi o Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y siempre encontraremos voces distintas, llamadas nuevas e iluminaciones diferentes.
La lectura, decía Harold Bloom, surge de la pretensión de trascender los límites. Es una pretensión de grandeza, y lo es también, mantener en el aire los mil significados de la novela. No sé si Leonardo comparta esta afirmación.