En casa del ciego, el tuerto...
Recientemente la prensa ha destacado el repunte delincuencial, asociándolo a la migración de los hermanos venezolanos. Al respecto cabe señalar que la delincuencia no tiene nacionalidad; hacerlo constituiría una injusticia, un acto xenofóbico, discriminatorio, ya que no existe sobre el planeta sociedad en la que en mayor o menor grado, parte de sus connacionales no estén involucrados en actos delictivos.
Recordemos que el sicariato, tráfico de drogas, secuestros extorsivos, los asaltos a mano armada, etc., han sido cometidos mayoritariamente por compatriotas, asociados o no con extranjeros. No desdibujemos la realidad echando la culpa del repunte delincuencial a quienes por la ineptitud, corrupción e indolencia de sus gobernantes han sido arrojados a la indigencia, viéndose forzados a abandonar casa y familia, bajo el principio de supervivencia.
Calificar como delincuentes a los migrantes resulta inhumano y estúpido, porque bajo tal premisa otorgaríamos también tal categoría a los millones de nuestros migrantes que se vieron en la necesidad de abandonar el país. Seamos conscientes de que el auge delincuencial no se origina en los migrantes, responde a la falta de políticas eficaces y oportunas del gobierno, para prevenir y combatir la delincuencia.
La migración es la constante en aquellos países caracterizados por gobiernos populistas, corruptos y autoritarios, en los que el mandatario ofrece todo gratis, “el buen vivir sin esfuerzos”, generando una sociedad de irresponsables a la cual, desvanecido el espejismo de la oferta, solo le queda un pueblo hambreado con necesidades básicas insatisfechas, gracias a que el gobernante y su pandilla se llevaron todo.
La pregunta es: ¿por qué los gobiernos populistas como los de Castro, Chávez, Maduro, Correa, los Kirchner, socialistas del siglo XXI, crean sociedades de irresponsables que solo piensan en sexo, diversión y dinero fácil? ¿Acaso será porque en ellas los mediocres parecen salvadores, aumentando las posibilidades de ser elegidos mandatarios? En dicho caso cabría aquello de que “en casa del ciego, el tuerto es rey”.