Recreando viejos episodios
Amediados del siglo pasado se llegó a predecir que el socialismo marxistaleninista-stalinista prevalecería en el mundo entero bajo el mando de la Internacional Comunista. Un viejo amigo, hijo de latifundistas de ese entonces, cantaba con cínica comicidad: “Que me dejen mis tres haciendas... y ¡que viva la Internacional!”.
Sus palabras daban fe, sin embargo, del egoísmo que suele apoderarse de los seres humanos, hasta el extremo de ser indiferentes a cualquier tipo de depredación o injusticia contra los demás si sus personales intereses no son tocados.
La adoración al becerro de oro que narra la Biblia ha seguido reeditándose a través de la historia, bajo incontables rostros. Hoy la observamos recreada en la reacción a los afanes gubernamentales por superar la más grave crisis de nuestra historia.
Todos hemos coincidido en afirmar que la crisis financiera legada por la ineptitud, el despilfarro y la voracidad deshonesta del correísmo, exige de la nación entera ciertos grados de sacrificio, además de la voluntad decisoria del actual gobierno en búsqueda de la mayor equidad posible.
Pero resulta evidente la insatisfacción de grupos y organizaciones gremiales, empresariales y sindicalistas, que hoy elevan sus gritos al cielo en demanda de las rectificaciones gubernamentales que les favorezcan, invitando a las movilizaciones callejeras. Sorprende que algunas de ellas, tras recibir millonarios subsidios, declaren insignificantes utilidades para evadir el pago de los consecuentes tributos. Apelan así a la protesta y a las amenazas disolventes de una paz social que está consolidándose en el país. ¿Cuál fue el resultado de los diálogos previos con el gobierno, si es que los hubo? La muestra que han dado los descontentos es levantisca y ciertamente egoísta, cada cual rindiendo pleitesía a su propio becerro de oro, sin importarles que la solución de nuestra grave crisis exige arrimar el hombro a todos nosotros, empresarios y trabajadores, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, pobres y ricos, al mismo tiempo que el Estado reduce su abultada obesidad, imprime más celeridad a sus demoradas decisiones e impone probidad y honestidad en los actos de sus funcionarios.
No habrá solución a nuestra crisis si perdemos de vista la integralidad del problema nacional. Medidas que solo cicatricen una herida dejando otras sin tocar, no son las apropiadas. Retornar a los escenarios de una década pasada, por paradójico que fuere, solo revitalizará al derrotado correísmo que espera ansioso nuestras defecciones para impulsar su fascista dictadura disfrazada de redención popular. No sería de extrañar, incluso, que el descontento y sus amenazas cuenten con un solapado impulso del correísmo y de su aparato publicitario que tan buenos resultados le deparó.
Un país democrático no es construido solamente por un gobierno con vocación democrática como el actual. Se requiere también de la acción democrática de los gobernados. Por eso un gobierno comunistoide como el de Correa jamás pudo construir un país democrático.
Me fastidia sobremanera expresar que “es hora” de reaccionar contra todo esto, cual si fuera una tarea sometida a espacios temporales. La búsqueda de la democracia no tiene horarios e impone una inclaudicable gestión técnica en el ámbito técnico y una visión política en el ámbito político. El tema de los subsidios por corregirse es eminentemente técnico y así debe ser tratado por las partes. De haber buena fe bilateral, la solución surgirá en breve y por consenso. El país lo agradecerá porque ambas partes unirán su inteligencia y sabrán lo que ocurrió, por qué ocurrió y cómo remediarlo. Eso es democracia actuante.
Un país democrático no es construido solamente por un gobierno con vocación democrática como el actual. Se requiere también de la acción democrática de los gobernados’.