La educación como el espacio que da voz a los sin voz
En un congreso sugieren cambiar el sistema para mejorar el entorno infantil
ué se puede hacer para lograr que los niños no pidan limosnas en las calles o para reducir los índices de desnutrición y de abuso infantil en las escuelas del país? Hay que educar. Educar a los niños, a la familia, la sociedad civil, las autoridades y profesionales. A todos.
Hay que revolucionar la forma de educar en el país, explica Alejandro Acosta, director del Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano de Bogotá, presente en Guayaquil, para lograr cambios sociales, económicos, políticos, que permitan innovar y sobre todo dar voz a quienes no la tienen, como es el caso de los niños, que fue su tema de análisis.
EL DETALLE Congreso. Es la segunda vez que la UCG realiza esta jornada que aborda temas ligados a la sociedad, educación y desarrollo humano.
Si la desnutrición, por citar un ejemplo, al igual que la obesidad siguen dejando huellas en el camino, es porque falta educación, piensa. “Por parte de los funcionarios del Estado, que no realiza investigaciones para entender a fondo que está pasando; por parte del médico que se dedica a llenar formularios y no destina su tiempo a conversar con los padres para saber por qué alimenta mal a sus hijos; y por parte de la familia, que aun conociendo las secuelas no los nutre como se debe”.
Acosta, quien emite su análisis en el congreso internacional de Ciencias Sociales que la Universidad Casa Grande (UCG) lleva a cabo hasta mañana, apunta a que son los campus los sitios principales para que los profesionales, en todas sus ramas, se doten de más habilidades para que, desde sus trincheras, investiguen y lancen iniciativas que puedan dar solución a una serie de problemáticas sociales
“La sociedad debe, necesita, ser más analítica”. En el caso de los docentes, los gremios y los padres, agrega Marcela Frugone, coordinadora de la Dirección de Investigación de la UCG, estos deberían incidir de alguna manera en las políticas públicas y en quienes las hacen.
“Acá no se recogen las realidades. Falta educación entonces para que la sociedad intervenga y desarrolle procedimientos”. Por ejemplo, cuestiona Frugone, la sociedad no se ha horrorizado aún lo suficiente respecto a las denuncias de abusos, como para exigir que los colegios estén dotados de maestros que sean guías y estén mejor formados. “La mayoría se limita a solucionar las cosas pidiendo más control, cuando eso no es suficiente”.
Pero para lograr un cambio integral y permanente, que genere reacciones, la educadora Marcia Gilbert, canciller de la Universidad Casa Grande, plantea que estas nuevas metodologías se apliquen también en las escuelas a través de una educación personalizada, en la que los profesores sean capaces de desarrollar (de forma individual) las capacidades del alumno, aun si están en grupo. Y para ello, sugiere, los docentes y el Estado deben reeducarse. “Este último debe comprender que en la medida en la que se estandariza el sistema, se está haciendo una mala educación”.
Los niños, recalca Acosta, deben aprender a explorar, preguntar y moverse para que en la adultez sean parte de la sociedad que reflexiona, analiza y actúa.
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