Y ahora contra Cristina
Hace rato empezó la persecución judicial contra la expresidenta de Argentina, Cristina Fernández, quien esta semana compareció por octava vez ante los tribunales para responder a alguna de las hasta aquí seis causas iniciadas en su contra por supuesta corrupción, el sambenito que se endilga en todas las tramas judiciales manejadas políticamente, tanto en Argentina como en otros países latinoamericanos, contra exmandatarios progresistas, y que la expresidenta califica de “agresión contra la democracia en la región”. Ayer fue contra Lula da Silva, condenado por jueces testaferros a doce años de prisión, invalidando su candidatura a la contienda presidencial del próximo año en Brasil, en la que dominaba por amplísimo margen. Y sucede en Ecuador, con la sostenida campaña de desprestigio de la era correísta para invalidar el futuro político de Rafael Correa. Y es lo que ocurre en Argentina, cuando el juez Claudio Casanello, en el juicio contra el empresario Lázaro Báez, beneficiario de la obra pública en la época kirchnerista, ordena hacer excavaciones en estancias de este en Santa Cruz, Patagonia, para supuestamente dar con el dinero obtenido en esos contratos. Disparatada orden judicial sobre la que no ha podido menos que ironizar la propia Cristina. El fuero e inmunidad de que goza por su curul de senadora, que le ha dado también una tribuna idónea para criticar las medidas del actual gobierno macrista, han evitado hasta aquí la humillación de una orden de detención expedida por jueces politizados y serviles a Macri, como Claudio Bonadio y Claudio Casanello, empeñados en querer torcer el rumbo de la historia a cambio de una miserable fama.
Además, el peronismo parece orientarse a recobrar a su carismática lideresa y llevarla al solio presidencial en las elecciones del año próximo, con el objeto de salvar lo que todavía pueda ser salvado del país, ahora sufriendo la desastrosa era Macri y FMI. ¿Era esta forma de gobernar típica de gobiernos neoliberales la que quería el pueblo argentino -no los empresarios, no el gran capital-, el pueblo, que tiene que sobrevivir con su trabajo diario, atender su salud y la de sus hijos, hacerles un nicho de esperanza en el futuro próximo? La respuesta está clamando todos los días en las calles.