Los últimos elefantes salen de Nueva Delhi
Las autoridades han ordenado confiscarlos tras años de lucha de los animalistas ❚ Se enfrentan al dilema de dónde ubicarlos
de sus pares, una elefanta reubicada en la propiedad de lujo de un rico empresario de la ciudad. Allí, cuenta con su propio lodazal, una cabaña con ventiladores y humidificadores. Todo un confort de cinco estrellas en comparación con el de sus congéneres pobres, que se lavan en el Yamuna, el río que bordea Nueva Delhi, uno de los más sucios del planeta.
Los propietarios de los elefantes, que niegan tratarlos mal, están furiosos por las constantes inspecciones y aseguran que las asociaciones animalistas los acosan. “Se comportan como si hubiéramos robado esos elefantes, cuando en realidad nos pertenecen”, dice, irritado, Mehboob Ali.
Esos animales de colmillos de marfil representan el compromiso de toda una vida para Mukesh Yadav, el guardián de Heera. “Amaba tanto a los elefantes que incluso decidí no casarme. Tuve la sensación de que debía dedicar mi vida al servicio de este animal sagrado”, confiesa.
Para los activistas ecologistas, ningún argumento vale.
“Si la gente supiera los métodos brutales empleados para capturar, domesticar y llevar a esos elefantes a la ciudad”, declara Kartick Satyanarayan, cofundador de Wildlife SOS.
“¿Qué elegiría usted: la alegría de ver un elefante retozando en el barro y recorriendo la jungla o ver a una criatura martirizada y cautiva en las calles de Nueva Delhi, en el exterior de un templo o de un circo?”.
EL DETALLE