En Perú se afirma Vizcarra, el ‘sobreviviente designado’
El provinciano sin partido político se planta ante el fujimorismo ❚ Analistas ven un balance positivo ❚ Su desafío es convivir con la oposición y mejorar la economía
Seis meses después de asumir el poder por azar del destino, el presidente peruano Martín Vizcarra golpeó la mesa y forzó a la oposición a concederle, a regañadientes, un voto de confianza en el Congreso, ganando legitimidad.
“Sin duda se puede hablar de un balance positivo. El presidente de hoy no es el de hace tres o seis meses”, comenta el legislador opositor socialdemócrata Jorge del Castillo.
Cuando asumió el 23 de marzo, este ingeniero austero y pragmático prometió combatir la corrupción y “tiempos mejores” para un país cuyos cuatro anteriores presidentes están bajo investigación, acusados de recibir dádivas de la constructora brasileña Odebrecht.
LA FRASE Conoce los problemas regionales del país y su entorno ingenieril es un punto a su favor.
Muchos presagiaban que sería un gobernante débil, como su antecesor Pedro Pablo Kuczynski, quien renunció el 21 de marzo acorralado por el Congreso dominado por el partido de Keiko Fujimori, la hija del expresidente Alberto Fujimori (1990-2000).
Vizcarra era el primer vicepresidente de Perú y se desempeñaba entonces como embajador en Canadá. Kuczynski lo había llevado como compañero de fórmula para cosechar votos en el sur del país, donde había sido gobernador de Moquegua.
Contra todo pronóstico, este provinciano sin partido político, de 55 años, no se amilanó ante la todopoderosa oposición fujimorista: se dedicó a recorrer el país de norte a sur, y de la Amazonía al Pacífico, sintonizando con los millones de peruanos “indignados” por la corrupción en las altas esferas del poder.
“Llegó como un desconocido, era una suerte de ‘sobreviviente designado’, como ocurre en una serie de televisión de Netflix, y ahora la gente se identifica con él”, opina el analista político Fernando Tuesta.
“Una de las cosas que desarrolló en estos meses es la potencialización de su legitimidad”, en un país que desde la década de 1990 vive polarizado entre fujimoristas y antifujimoristas, agrega.
La ‘luna de miel’ entre Vizcarra y Keiko terminó el 28 de julio, dos semanas después de que estallara un escándalo de corrupción en el Poder Judicial, cuando el mandatario lanzó una propuesta de reforma constitucional que, de paso, amenazaba el dominio fujimorista en el parlamento.
Su proyecto contempla prohibir la reelección de legisladores, restituir la bicameralidad del Congreso, regular las finanzas de los partidos y modificar el sistema de designación y control de jueces.
El proyecto recibió apoyo de la ciudadanía, según los sondeos, pero el Congreso empleó más de 40 días debatiendo a ritmo de tortuga el capítulo judicial, sin abordar los otros.
El domingo pasado Vizcarra amenazó con disolver el Congreso y convocar a nuevos comicios legislativos, si el parlamento no daba luz verde a las reformas en dos semanas.
Dos días después el Congreso aprobó por unanimidad la reforma judicial y se comprometió a aprobar las restantes antes del 4 de octubre para que sean sometidas a referéndum el 9 de diciembre, como quiere el mandatario.
El miércoles el primer ministro, César Villanueva, compareció ante el Congreso. Aunque muchos opositores le mostraron sus dientes, al final le dieron, con pragmatismo, un voto de confianza al Gobierno.
Seguramente querían evitar someterse al veredicto de las urnas en momentos en que el 82 % de los peruanos desaprueba al Congreso, según sondeos. “No se me dio la confianza a mí, sino a las reformas”, asevera Vizcarra.
No obstante, la fujimorista Letona insiste en que a Vizcarra le falta “liderazgo”. “No hay nada que podamos rescatar” de él, asegura.
El desafío de Vizcarra es de largo aliento, ya que debe convivir hasta julio de 2021 con la bancada fujimorista (que le respira en la nuca), además de mostrar resultados en la economía.
ALCALDÍAS