Un legado gastronómico que pasó de madre a hijo
La preparación se convirtió en tradición del Mercado Arenas
Kevin Figueroa creció entre los trastes y ollas del patio de comidas del Mercado Arenas. Su madre, Marcela Loor, se encargaba de hacer los dulces, que con el paso del tiempo sería una tradición en el mercado.
El más solicitado, y que nadie aparte de ella sabía hacer, era la colada de plátano con naranjilla y queso tierno. “Usted preguntaba por la colada y sabían que era la de mi mamá”, dice Jonathan Estrella, hermano de Kevin. Sin embargo, hace tres meses un derrame cerebral fulminante se la llevó y su hijo menor, Kevin, tuvo que hacerse cargo del negocio familiar.
Es el menor de tres hermanos y recibía cuidados más específicos debido a una discapacidad auditiva, de más del 50 %, lo que le ha complicado desarrollar su lenguaje.
Habla despacio, como para darle tiempo a su interlocutor de que lo entienda, se emociona cuando relata cómo preparar la colada. “Le pongo naranjilla, esencia de vainilla, la harina del plátano, una hora me demoro”, cuenta. Aunque al hablar de su madre sus ojos se llenan de tristeza. Todos en el mercado lo conocen, desde que estaba en el vientre de su madre. Deyanira Montero, vendedora del lugar, cuenta que al principio era un niño sin problemas y que cuando creció se dieron cuenta de su discapacidad. Kevin se muestra orgulloso de su madre y quiere seguir la tradición, aunque todavía lo hace en menores cantidades.