Una historia que nace en una quebrada de Quito
Cuentan que antes en el sitio se gozaba de agua pura y limpia
sus 99 años, José Pillajo ha
casi en su totalidad la visión y se mueve con dificultad. Sin embargo, cuando le preguntan por la Quebrada de los Chochos, sonríe.
Aún recuerda cómo los pobladores de la parroquia La Magdalena iban hasta la hondonada con costales de chochos para lavarlos. “Se dejaba nomás los bultos, nadie robaba nada”, comentó en voz baja.
Papá José, como le dicen los vecinos, nació en esta zona del sur de Quito al igual que sus antepasados. Casi todos sus parientes se han dedicado a vender chochos o mote. “El agua era limpiecita, ahí se lavaba la ropa también”, refirió. Recuerda que antes no había tantas casas y todos se conocían. Es más, casi todos eran miembros de una familia. “Hombres y mujeres iban a la quebrada con los chochos cocinados, volvían al otro día para llevarlos a los mercados”, recuerda.
Washington Ávila también vivió en la época donde la quebrada era el lugar donde las vecinas charlaban y hacían sus quehaceres. Pero la muchachada también se llevaba un chasco, porque algunas gramíneas todavía estaban amargas. “Yo me acuerdo que había una señora que lavaba el mote con los pies”, rememora Ávila. Cuentan también que donde hasta ahora se encuentra la capilla de Jesús de los Milagros, estaba el puente del Señor, que atravesaba la imponente quebrada. “Los que pasaban se acercaban a la imagen y se persignaban cuando se iban y cuando volvían. Esta quebrada nace en los sectores Ungüi, propiedad ancestral y territorial de la comuna Chilibulomarcopamba-la Raya, y sectores de Chilibulo, entre otros.