Lucha en Indonesia por la supervivencia
Hambre en la zona cero del desastre en Célebes ❚ La cifra de muertos supera los 1.300 ❚ Se dificulta la llegada de ayuda
La desesperación crece entre los supervivientes del devastador terremoto y tsunami que arrollaron el viernes pasado la isla de Célebes (Indonesia). Sin apenas agua, comida y combustible, los residentes de la zona esperaban ayer la llegada de la ayuda humanitaria, a cuenta gotas a causa del estado ruinoso de puentes y carreteras, que han quedado prácticamente inutilizados.
La falta de bienes de primera necesidad provocó escenas de tensión y saqueos entre los desplazados. Mientras, los equipos de rescate buscaban entre los escombros con la esperanza de hallar personas con vida. La cifra oficial supera los 1.300 muertos y las autoridades temen que crezca significativamente en las próximas horas.
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Una tromba de agua caía anoche en la embarrada carretera que lleva a Palu, una de las ciudades más afectadas, situada a pocos kilómetros del epicentro del terremoto de magnitud 7,5 que provocó una cadena de olas gigantes que arrasó la costa. Apenas había electricidad en la zona, ni gente por la calle, y la oscuridad impedía ver el alcance de la destrucción. Algunos habitantes abandonaban el lugar en coche, pero solo los vehículos del Ejército, la policía y algunas camionetas con víveres se atrevían a volver al centro de la devastación.
En uno de esos convoyes, procedente del puerto de Poso, viajaban Khairul Rahmil y otros siete voluntarios. Llevaban agua, arroz, aceite para cocinar, huevos, fideos instantáneos o leche condensada.
Tras más de ocho horas, llegaron a Palu. Ya había en las cercanías familias esperando su turno y el cargamento empezó a distribuirse parcialmente. Se oían gritos, había empujones y policías armados debieron poner orden. “Hemos traído suficiente para satisfacer las necesidades de un centenar de familias durante un mes, pero vamos a tratar de racionarlo”, explica Rahmil.
“Hace días que no comemos prácticamente nada, mis hijos no paran de llorar porque están hambrientos”, gritaba una mujer. Según Naciones Unidas, 191.000 personas necesitan ayuda humanitaria de forma urgente en la zona afectada por el sismo y el tsunami.
La serpenteante y montañosa carretera que comunica Palu con Poso es una de las pocas vías terrestres a través de las cuales entra la ayuda humanitaria. Lo hace poco a poco. En las gasolineras se acumulan las motos y los coches, bloqueando a veces el paso a otros vehículos.
Cerca de Palu, un desprendimiento ha engullido varias casas. El grupo, al ver la trágica estampa, recita una oración en honor a los fallecidos.
Los voluntarios proceden de distintas organizaciones y zonas de Indonesia, pero ya se conocían. Han aunado esfuerzos en otras tragedias, la última apenas hace unos meses en la isla de Lombok. “Esto es peor que el sismo de Lombok”, comentaba Rahmil, “aunque nada comparado con el tsunami del año 2004”, en referencia al maremoto mucho más potente que devastó las costas del país y provocó la muerte de 220.000 personas. Pendientes de que en los próximos días lleguen más víveres, los voluntarios tienen mucho trabajo por hacer. “No tenemos fecha de vuelta, no nos marcharemos hasta que la situación se estabilice”, añadía uno de ellos. Son, como alguno les ha llamado, unos héroes anónimos.
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