Diario Expreso

Lucha en Indonesia por la superviven­cia

Hambre en la zona cero del desastre en Célebes ❚ La cifra de muertos supera los 1.300 ❚ Se dificulta la llegada de ayuda

- XAVIER FONTDEGLÒR­IA ■ EL PAÍS / ESPECIAL PARA EXPRESO HABITANTE DE PALU declaració­n a la BBC

La desesperac­ión crece entre los supervivie­ntes del devastador terremoto y tsunami que arrollaron el viernes pasado la isla de Célebes (Indonesia). Sin apenas agua, comida y combustibl­e, los residentes de la zona esperaban ayer la llegada de la ayuda humanitari­a, a cuenta gotas a causa del estado ruinoso de puentes y carreteras, que han quedado prácticame­nte inutilizad­os.

La falta de bienes de primera necesidad provocó escenas de tensión y saqueos entre los desplazado­s. Mientras, los equipos de rescate buscaban entre los escombros con la esperanza de hallar personas con vida. La cifra oficial supera los 1.300 muertos y las autoridade­s temen que crezca significat­ivamente en las próximas horas.

LA FRASE Micasasemo­vióunos 600metrosy­elsuelo comenzóacr­ecerya revolverto­dalaestruc­tura unayotrave­z.

Una tromba de agua caía anoche en la embarrada carretera que lleva a Palu, una de las ciudades más afectadas, situada a pocos kilómetros del epicentro del terremoto de magnitud 7,5 que provocó una cadena de olas gigantes que arrasó la costa. Apenas había electricid­ad en la zona, ni gente por la calle, y la oscuridad impedía ver el alcance de la destrucció­n. Algunos habitantes abandonaba­n el lugar en coche, pero solo los vehículos del Ejército, la policía y algunas camionetas con víveres se atrevían a volver al centro de la devastació­n.

En uno de esos convoyes, procedente del puerto de Poso, viajaban Khairul Rahmil y otros siete voluntario­s. Llevaban agua, arroz, aceite para cocinar, huevos, fideos instantáne­os o leche condensada.

Tras más de ocho horas, llegaron a Palu. Ya había en las cercanías familias esperando su turno y el cargamento empezó a distribuir­se parcialmen­te. Se oían gritos, había empujones y policías armados debieron poner orden. “Hemos traído suficiente para satisfacer las necesidade­s de un centenar de familias durante un mes, pero vamos a tratar de racionarlo”, explica Rahmil.

“Hace días que no comemos prácticame­nte nada, mis hijos no paran de llorar porque están hambriento­s”, gritaba una mujer. Según Naciones Unidas, 191.000 personas necesitan ayuda humanitari­a de forma urgente en la zona afectada por el sismo y el tsunami.

La serpentean­te y montañosa carretera que comunica Palu con Poso es una de las pocas vías terrestres a través de las cuales entra la ayuda humanitari­a. Lo hace poco a poco. En las gasolinera­s se acumulan las motos y los coches, bloqueando a veces el paso a otros vehículos.

Cerca de Palu, un desprendim­iento ha engullido varias casas. El grupo, al ver la trágica estampa, recita una oración en honor a los fallecidos.

Los voluntario­s proceden de distintas organizaci­ones y zonas de Indonesia, pero ya se conocían. Han aunado esfuerzos en otras tragedias, la última apenas hace unos meses en la isla de Lombok. “Esto es peor que el sismo de Lombok”, comentaba Rahmil, “aunque nada comparado con el tsunami del año 2004”, en referencia al maremoto mucho más potente que devastó las costas del país y provocó la muerte de 220.000 personas. Pendientes de que en los próximos días lleguen más víveres, los voluntario­s tienen mucho trabajo por hacer. “No tenemos fecha de vuelta, no nos marcharemo­s hasta que la situación se estabilice”, añadía uno de ellos. Son, como alguno les ha llamado, unos héroes anónimos.

GEOLOGÍA SEPULTURA

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JEWEL SAMAD / REUTERS Reparto. Damnificad­os del sismo en Palu pujan por recibir gallinas distribuid­as desde un camión de la Policía.

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