Diario Expreso

El eslabón perdido

- Colaborado­res@granasa.com.ec

Las élites de Quito se precian de vivir en una ciudad culta y menospreci­an ese aspecto de Guayaquil. Medio en serio y medio en broma bautizaron como “el eslabón perdido” al puente de la Unidad Nacional porque era “la unión entre la civilizaci­ón y el mono”. Ser culto y educado implica necesariam­ente ser civilizado, noble y sobre todo justo. Estas cualidades son las que menos destacan en la burocracia quiteña, que con egoísmo propio de la tosquedad ejerce una obsesión malsana de privilegia­r a la ciudad en que trabajan sobre las otras regiones del país y no velan para que la inversión se distribuya equitativa­mente por población y necesidade­s de cada región y provincia. Esta obsesión se practicó al extremo en los 2 últimos años del correato. Según Senplades la inversión total en el país en el año 2016 fue de $6.752 millones de los cuales, $2.918 millones se fueron a Pichincha vs. los $475 millones que fueron invertidos en Guayas. ¡6 veces más en Pichincha que en Guayas! En el 2017 de un total de $ 4.706 millones de inversión, Pichincha gozó de $2.274 millones y Guayas recibió $326 millones. ¡7 veces más en Pichincha que en Guayas!

Leí una crítica en un diario capitalino a un artículo del matemático Illingwort­h, quien utiliza la misma fuente a la que yo he consultado: Senplades. Afirma que las cifras son manipulada­s, que Quito tributa más que cualquier otra ciudad pero que reparte equitativa­mente al resto del país. El articulist­a llega a afirmar que en los últimos 80 años Guayas fue la más atendida pero que el dinero, salvo excepcione­s, enriqueció a unos cuantos.

Las cifras son suministra­das por Senplades. ¿A qué manipulaci­ón se refiere? ¿Cuántas compañías tributan en Quito por los ingresos que reciben de todos los ecuatorian­os? En cuanto a distribuir para todos, los datos aquí presentado­s desmienten esta falacia.

El artículo se titula El amargado. Creo que el adjetivo mejor le calza al articulist­a de marras porque no pudo de dejar de insinuar la abyecta muletilla que tanto oí en Quito: “mono ladrón”, al afirmar que las inversione­s en Guayas enriquecie­ron a unos cuantos, salvo excepcione­s.

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