La fe después del escándalo
Enterarse de los abusos los perturbó. Ni en Czestocowa ni en la parroquia Jesús Obrero, los casos eran únicos. Luego, el escándalo. Padres atemorizados porque allí mandaban a sus hijos y el recelo, producto de sentirse traicionados conllevaron a que los fieles dejaran sus iglesias.
En Acuarelas del Río, donde se asienta la iglesia de Czestocowa, algunos progenitores debatieron la continuidad de sus hijos en las catequesis. “Había desconfianza de mandar a los niños a la iglesia. La gente siguió yendo, pero con más recelo”, cuenta Cristina Rivas, moradora del sector. La fe sí se ha dañado. Hay personas que, a raíz de conocer estos actos, han perdido la fe o simplemente dejado de ir a la iglesia. Además, no hay medidas más allá de lo que ya existe, nuestra justicia y ley es muy lenta. La fe es algo que nunca se pierde. En el caso de los católicos, creen en alguien superior, no en un sacerdote. Sin embargo, deberían tomar medidas que castiguen a los que usan su religión para hacer cosas perversas. En el entorno de jóvenes que yo conozco no ha influido. Más bien percibo jóvenes sedientos de Dios, con esperanza y con deseo de que otros experimenten el amor de Dios. integración y charlas a la comunidad repararon la relación iglesia - parroquia. En ello concuerdan Mariela Ibáñez y Betty Loaiza, habitantes del barrio Garay.
Lo mismo sucedió en Czestocowa. Uno de sus feligreses, Jhonatan Macas, asegura que el nuevo sacerdote es un “buen padre, que nos invita a ir y a cooperar. Ahora, la iglesia se llena y hasta faltan bancas. Pero no hay que confiarse”.
Para el sociólogo Carlos Tutivén no se puede generalizar las respuestas, sin embargo, considera que algunos fieles consideran estos hechos como excepcionales y al ver una nueva generación de sacerdotes, siguen en su comunidad.
Por su parte, monseñor Cabrera cree que el público más afectado eran los padres que temían por sus hijos. No obstante, los jóvenes también se sintieron traicionados. “Hay un dolor espiritual y un dolor humano por la confianza que se tenía en los sacerdotes”, reseña Darío Holguín, catequista de la parroquia Santísima Trinidad.
Y como si de una bomba se tratase, su radio afectó a otros sectores. Según Holguín, en su comunidad, los padres evitan que sus hijos sean monaguillos. En una iglesia del sur, las misas también cambiaron. Durante ellas, el sacerdote llama a que los padres fortalezcan la comunicación con sus hijos para evitar que abusos, perpetrados por cualquier agresor, sean callados.